Más allá de la sed

Dado que se nos concedió la gracia de ser los únicos animales que pueden darse el lujo de beber aún cuando no tengan sed, está claro que a esta particular disposición no iban a faltarle ofertas. La lucha por proveer tentaciones más allá del impulso vital de la hidratación iba a sumar opciones en forma constante. Que el vino cuando la potabilización era prohibitiva, o la cerveza cuando había suficiente grano o los dulces menjunjes de los boticarios que acabarían propiciando el sino de las todopoderosas gaseosas modernas. En medio de esta evolución constante siempre se está ojo avizor a las nuevas incorporaciones.

 

Esto viene a cuento de Mingo, la Hard Seltezer con la que el Grupo Peñaflor se suma a la saga de un producto de garage de Estados Unidos que aún no llega a cumplir la década. Como la aparición de las primeras aguas saborizadas (una creación tan argentina como el colectivo o el dulce de leche) que supieron hacer de la necesidad de mover el agua mineral y el jugo que se abarrotaba en los anaqueles del aciago 2001, virtud,  aquí se disparó la inventiva de un productor de cervezas artesanales que decidió adicionar gas y alcohol a la mezcla. El punto es que este nuevo tipo de bebidas que ranquean en el apartado Ready to Drink han tenido un incremento exponencial de ventas en su país de origen y el fenómeno comienza a derramar su refrescante espíritu al sur del Río Bravo.

 

Decíamos que esta nueva categoría de bebidas se funda en el agua, en un espectro alcohólico en el rango inferior de una cerveza, algo de jugo de frutas y una gasificación variable.

 

En el caso de Mingo, la última en llegar al panteón de las Hard Seltzers locales, se dan una serie de detalles que hablan a las claras de una búsqueda tanto de diferenciación como de apuesta a la calidad. Por empezar utilizan agua originaria de la Cordillera de los Andes con una gasificación equilibrada. Se ha recurrido a esencias naturales, un contenido alcohólico ligeramente menor que sus colegas y que, además, está basado en cereales que no contienen gluten. Si duda que dicha sumatoria colabora con la posibilidad de consumirlas a toda hora, algo bastante inusual para un producto que, aunque de baja graduación, no deja de ser una bebida alcohólica.

 

Habiendo probado las tres opciones de Mingo (Limón con pepino y jengibre, Pomelo con rosa mosqueta y cardamomo y Maracuyá con guayaba y coriandro) podemos decir que, por regla general, el protagonismo del primer ingrediente parece convertir en testimoniales a sus compañeros de fórmula, especialmente en caso del altamente invasivo Maracuyá. En términos generales son bebidas frescas y muy amables. Se hace especial hincapié en su bajo nivel de calorías y poca azúcar, pero hay un toque de stevia para realzar la dulzura del producto final siendo esta característica algo que se reconoce como muy caro al consumidor local y que le deja un, aunque breve, postgusto artificial. Mención especialísima al alcohol, totalmente indetectable a juicio de quien suscribe.