Una cuestión de estilo

Dentro de la vasta movida de Campari, puesto a sacudir (cuando no revolver) las barras veraniegas, hace nada pudimos asistir a una de las charlas de su ciclo #ManualDestilo con el entrañable Seba García. Mientras que su colega Tato Giovannoni despliega sus dotes histriónicas en el polemizado «no es un trago es un cocktail» García se encarga eminentemente más del día a día de este noble intento de entronización del aperitivo.

 

«Hay todo un fenómeno nacional, aquí se aprecia la coctelería y por eso vemos que los consumidores están receptivos a esta movida.» Aunque trata de ser de lo más didáctico y llano en sus explicaciones, ya desde el look queda claro a qué tipo de modelo de bartender adhiere. «Creo que hay que estar en los detalles y que los mismos hacen parte del servicio. Esto quizás fue algo que fui construyendo de a poco, podría decirse que sin prisa pero también sin pausa. Dentro de mi formación ví como existían colegas que trataban de apostar fuerte al flair, esa suerte de malabar cuyo epítome podríamos encontrar reflejado en la película de Tom Cruise «Cocktail«. De todos modos existen otras variantes. No digo que haya que abjurar por completo de estas florituras, pero en  mi caso particular prefiero usarlas sólo funcionalmente, como parte del servicio. Recibir tal vez una botella por detrás de la espalda, pero no andar haciendo más revoleos.» Decíamos que hay como un fenómeno bifronte con Seba García. Por un lado queda claro que el suyo es un look muy a conciencia, cuidado y como de otro tiempo, con esa fotogenia de galán de cine mudo. Y mientras tanto por otro no deja de adscribirse al barrio, con sus raíces firmemente plantadas en el Oeste. Con un arranque en Haedo que luego se corrió a la  apenas más cercana Ramos Mejía. «Incluso esta disyuntiva se me planteó a la hora de buscar un nickname para mis redes. Veía que muchos colegas se ponían Bartender, Barman, Bar Chief. Así que opté por el liso y llano @soyelcantinero.» Claramente un término con el encanto de tiempos idos. Sin embargo esa construcción de dandy no salió por capricho ni de la noche a la mañana y se fue conformando ya desde sus incursiones en barras como las de Frank’s que cualquiera por la onda de su comunicación sentiría como su verdadero elemento «Y no fue para nada el caso. De hecho éramos seis en la barra y el resto de los bartenders estaban en remera y All Stars. Yo allí ya había empezado a experimentar con detalles como los tiradores, los moños o un corbatín muy fino. El punto fue que nadie me dijo ni que si ni que no. Pero pasando el tiempo empecé a notar que muchas personas comenzaban a esperarme para que los atendiera. Entendían que ese estar arreglado era parte del ritual de tomar un coctél.»

 

Desde que Fosco Scarselli tuvo que ajustar la fórmula del Americano para tranquilizar al Conde Negroni, que clamaba por un coctél más acorde a su carga de testosterona, el nacimiento del Negroni sería un compañero de ruta inseparable de Campari. «Volviendo al tema del servicio, más allá de la simpatía y cualquier juego de manos, el punto es que cada cantinero debería ofrecer un conocimiento profundo de su oficio. No me parece aceptable que en la actualidad el responsable de la barra no le pregunte al cliente qué tipo de gin prefiere para su Negroni. Todo está en los detalles. » Como le gusta decir al cierre de sus charlas «El cliente no va a acordarse de lo que le diste de tomar sino de lo que le hiciste sentir«