Salvo el crepúsculo

Si el concepto inmobiliario de «locación ante todo» es el que va a determinar el valor de un bien inmueble, existe otra coordenada que sin dudas no es menos crucial a la hora de tasar y es «qué tanto el susodicho espacio se eleva sobre el nivel de la calle». Claramente la gente del Alvear Palace Hotel estaba ojo avizor con ambos ejes cuando decidió renovar su propuesta reformulando sus altos y adicionándole, además, un coqueto bar como cereza del postre.

 

El Alvear Roof Bar se suma así a las acotadas propuestas de bares de altura de la ciudad haciendo muy buen uso de su bella estructura y, por supuesto, de una posición privilegiada. «El Roof Bar es parte de la remodelación de lo que fuera nuestro salón principal de eventos, el famosísimo Roof Garden– cuenta Alfredo Rodriguez, Gerente de Alimentos y Bebidas del hotel además de responsable de todo banquete que se realice en el Alvear. – Remodelamos ese espacio que de hecho abarcaba los dos últimos pisos del hotel dotándolos de una estética que va un poco más allá de la que todos reconocen en el Alvear. Como estamos hablando de un edificio que fue declarado Monumento Histórico Nacional aquí existen límites para el tipo de cambios que se pueden llevar a cabo. El resultado fueron 15 habitaciones de categoría con una total autonomía del resto del hotel, una nueva pileta y, por supuesto, el Roof Bar.»

 

La remodelación también buscaba refrescar el modo en que los clientes perciben al Alvear. Y si bien el regio piso décimo, con su altísima bóveda de cañón corrido con paredes adornadas con cuadros de Fader o Quinquela está entre lo más exclusivo de la oferta del hotel, el nuevo bar trata de vencer el temor reverencial que cualquier puerta de un reducto de puro lujo puede despertar. «Estamos tratando de comunicar que éste es un espacio a ser descubierto, que no hay que pensar que por ser de categoría seguramente se volverá impagable.– Continua Rodriguez- queremos mostrarnos más amigables, que la gente pueda acercarse a nuestra propuesta y conocer todo su espectro.» Así que en el Roof Bar la idea es conservar la elegancia pero de un modo más descontracturado. Con la sola excepción de los lunes de descanso, el bar abre puntualmente sus puertas a las 19 hs. Esta hora no es caprichosa por dos motivos. Con las últimas canículas la bella azotea probó ser demasiado caliente durante buena parte de la tarde. En cambio apenas comienza la caída del sol incluso los días más tórridos se han vuelto mansos y disfrutables. Y, hablando de la puesta del sol, las 19 es el horario ideal para presenciar la llegada del crepúsculo sobre todo el barrio de Recoleta.

 

Aunque el espacio posee un claro protagonismo de zona abierta también cuenta con una barra breve pero bien provista a cargo de Carlos León, bartender que ya había pasado por otro hotel del grupo: el Alvear Art. «La carta de tragos no es muy extensa pero sí concisa, con muchos clásicos además de una selección de espumantes y champagnes y muy buenos vinos. La gente prefiere por supuesto sentarse en la azotea pero también dentro hay pequeños livings donde pueden disfrutar sus tragos contemplando la ciudad allá abajo a través de sus grandes ventanales.» La propuesta recién se inauguró en diciembre y fue un éxito inmediato. Al punto que muchos ya tratan de contratar al Roof Bar para sus cumpleaños o pequeños eventos. «Por ahora no lo tenemos en agenda, si lo cerramos para algunos, siendo pocas las mesas que tenemos, muchas personas quedarían sin poder disfrutar del lugar- sostiene Rodriguez– Por ahora seguiremos aprendiendo sobre la marcha y sin movernos del concepto de entry point para la experiencia Alvear. De hecho acabamos de implementar un sistema de rotación diferente con el personal que atiende el bar. Queremos que sea un equipo que se repita cada día, que uno pueda reconocer una cara cuando venga a tomar algo sentado, mirando cómo se oculta el sol en uno de los balcones privilegiados de la ciudad.»