Noche de chicasIMG_0336IMG_0379

La imagen de una mujer fumando puros parece venir pivotando entre la sensualidad equívoca de las supermodelos de los 90 y la estampa de una abuela brava vestida como Carmen Miranda en alguna calle de La Habana Vieja. Estos estereotipos no dejan de tener su gracia siendo que el del humo es un mundo del que muchos hombres tampoco tienen mayor idea. Así que siempre será bienvenida la oportunidad de tender puentes, de incorporar gente al acotado grupo humano que disfruta del placer de un buen puro.

 

Incluso en el mundo del habano, la denominación de origen protegida para designar a su representante más destacado, resulta que uno de sus más conspicuos conocedores es, justamente, una mujer. Blanca Alsogaray viene dirigiendo La Casa del Habano desde que apenas existían sólo otros dos ejemplos de la franquicia. E introduciendo los habanos a la afición local incluso de antes. Plena de vocación integradora no sorprende que haya decidido armar la primera de una serie de encuentros para iniciar a las representantes de su sexo en el placer de fumar habanos.

 

Para el evento contó con Lucía, su hija, encargada de la presentación de los habanos y la sommelier Débora Benítez proponiendo diversos maridajes con vino.

 

La idea fue hacer un breve paneo de la historia y el modo en que se construyen los habanos más una serie de introducciones básicas sobre cómo darles corte y encenderlos junto a  una primera noción del modo correcto de fumarlos. Luego se podría experimentar con dos vinos para ver cómo funcionaban juntos  y cuál se iba emparejando mejor para cada una de las invitadas.

 

Reconociendo el tema insoslayable de los territorios de sabor, para esta primera experiencia Blanca y Lucía optaron por un ejemplar de gran suavidad. Eso volvería la fumada más amable para las participantes toda vez que ampliaría las posibilidades de acompañamiento de los vinos sin que estos desaparezcan debajo de la contundencia de un habano más intenso. Así que a cada quien se le ofreció una Palma Extra de Hoyo de Monterrey. En el rubro bebible hubo dos opciones: Un Malbec de la serie Old Vines de El Esteco y un Trapiche Gran Medalla Chardonnay.

 

Se arrancó con el blanco, un varietal con paso por madera y buen equilibrio entre untuosidad y frescura. Aquí quedó clara la función refrescante del vino con acidez. Luego vendría un Malbec con preeminencia de fruta (aunque sin negar la intensidad de su origen cafayatense) pero criado exclusivamente en cemento.

 

La cata dio la posibilidad de ir y volver sobre uno y otro vino, con comentarios de las iniciadas sobre si preferían el tanino o la frescura, viendo entre adicionar sabores o limpiar el paladar. Y así se fue desgranando el encuentro, lleno de preguntas a la anfitriona sobre su derrotero en ese mundo de hombres y las nuevas sensaciones del humo. Un excelente primer paso que pareció despertar la curiosidad de las asistentes. Que de eso, precisamente, se trata.