López, de la L a la Z

Cuando muchos comienzan a hacer sus primeras armas en el vino, es casi imposible que no emerja el nombre de Bodegas López. De aquellos tintos rústicos de damajuana y mucha soda que nuestros mayores nos dejaron probar a las preferencias de la madurez todos hemos recorrido un largo camino. Y como mojones amables, confiables y tranquilizadores, las etiquetas de esta bodega familiar han ido poblando dicho derrotero. Mas allá de las disquisiciones sobre el estilo de la hora, es lindo recorrer la oferta que esta empresa centenaria tiene para ofrecer. Y qué mejor que hacerlo junto a sus vinos y con la guía de Eduardo, cuarta generación al frente de esta bodega de leyenda.

 

El marco sería la última muestra «López, de punta a punta» un titulo que acuñó Miguel Brascó, otra figura señera del mundo del vino. Y resulta más que apropiada la ligazón con aquel pionero a la hora de comunicar este producto. «A Miguel se le ocurrió bautizar así este encuentro, que tanto disfrutamos de compartir con amigos y clientes– comenta Eduardo López- Es nuestra oportunidad de mostrar lo que estamos haciendo. De repasar las 46 etiquetas de nuestro portfolio además  de recordar alguna que otra edición especialísima. Cuando nos referimos al «Estilo López» hablamos de una serie de vinos que se han mantenido fieles a una forma que, si bien no deja de escuchar al consumidor, también sabe qué es lo que el público espera de ellos

 

Claramente pudimos ver a que se refería. Muchos de sus vinos continúan afines a ciertos atributos particulares que los vuelven tan reconocibles como disfrutables. El de los López es un estilo que se nutre de volumen y tiempo. No en vano son, no ya una de las bodegas más longevas, sino una de las primeras empresas nacionales de cualquier índole. Esa disponibilidad de tiempo ha hecho que sus productos gocen de características sostenidas. Una es la amabilidad en el uso de la madera, algo que se logra abdicando de las típicas barricas de 220 litros en favor de otras de 5000, o 35000 inclusive. Esto consigue que el contacto sea mucho más acotado y redunda en taninos más suaves y equilibrados.

 

Otro de sus rasgos distintivos tiene que ver con los tiempos de guarda. Muchas de su etiquetas sólo salen al mercado luego de varios años en botella, lo que queda de manifiesto en los colores menos dramáticos de sus tintos y en que, contra lo que se lleva en vinos con mucha guarda, no le teman a las notas de teja en sus meniscos. Sin embargo esto no significa que sus últimos lanzamientos no puedan acercarse a los nuevos paradigmas de vino con potencial de estiba sin paso por madera. El Xero, del que se esperan no menos de cinco años para que evolucione, es un claro ejemplo de esto.