El típico gusto francés

En este espacio ya hemos contado más de una vez que los cambios en el vitolario cubano, allá por el inicio de los tiempos respondían a ritmos vaticanos. Con la incorporación del cogobierno de la Corporación Habanos S.A. esta costumbre fue ajustándose a los nuevos tiempos con los socios europeos con un ojo avizor a la hora de mantener a la afición buscando novedades. Y, no obstante todo esto, no es para nada común ser testigos del relanzamiento completo de una marca. Este es el caso de Quai de Orsay.

 

Como suele suceder en otros tantos apartados, la relación de nuestro país con dicha marca fue bastante peculiar. En 1973, y respondiendo al pedido expreso de Seita France  a su par español Altadis, Habanos dedicó Quai de Orsay exclusivamente para el mercado galo. Así y todo sus elegantes vitolas también llegaron hasta nuestras pampas. Se trataba de un par de figuras, delgadas (la más conocida era la Corona Claro) con una capa  generalmente de shade colorado o colorado claro.

 

Ahora la idea ha sido relanzar Quai de Orsay en dos nuevos formatos, muy generosos de cepo, que es lo que se lleva. También ha cambiado sustancialmente su vitola. La anterior era muy sencilla, con blancos y amarillos contra la nueva con oro y ante todo, relieve.

 

Estos dos recién llegados se presentan como Nº50 y Nº54. Esto hace claramente alusión al calibre importante de la propuesta. Hay que recordar que los Quai de Orsay eran de las pocas marcas habaneras catalogadas como suaves. Ahora bien, al tratarse de una figura más ceñida de cepo, a las coronas anteriores les cabía un sabor un poquito más concentrado. Habiendo probado el impresionante Nº 54 podemos notar que se trata de un sabor amable, más seco de lo que nebulosamente recordamos haber probado en sus antecesores hace ya un muy buen rato. Como corresponde la capa también repite el shade original y se les ha adosado una nueva denominación de galera (el nombre con los que se llama a cada «modelo» en sus lugares de producción): Edmundo Grueso.