Seda escocesa

Cuando el whisky era un remedio para mulas con la melancolía de las Tierras Altas se lo entendía como una brebaje recio de toda reciedumbre al punto de que no pudo despegar del todo como bebida de lujo hasta que la filoxera destruyó todo tipo de aguardiente de uva. E incluso hizo falta que alguien más inventara el alambique de destilación continua para atemperar sus ánimos mezclándolo con alcoholes más civilizados.

 

Con esta prosapia era de esperar que muchos se acercaran al mundo de las maltas con un ligero resquemor. Cierto es que muchos single malts,  altamente sensibles al entorno donde se maduran, suelen hacerse del espíritu de la borrasca del Mar del Norte o de los turbales interminables de las Lowlands, pero también los hay de gran amabilidad como los que produce la legendaria destilería Glenmorangie.

 

Ahora que soplan vientos más favorables para las importaciones de todo tipo, Moët Hennessy amplía su portfolio con tres nuevas etiquetas. Y para hacer las debidas presentaciones la representante de Glenmorangie, Lucrecia Fernandez junto al bartender Gon Cabado oficiaron de anfitriones en el Jockey Club de San Isidro.

 

El punto es que hasta ahora sólo se había traído al país la versión Original, un verdadero licor de whisky. Esto es en sentido figurado, quiero decir que es de lo más delicado pero no por eso deja de ser una malta de pura cepa con su buena década de añejamiento. Una de las características de su destilación que le da este carácter tan suave es que sea doble. Y que se realice con alambiques de un cuello larguísimo para los standars de los pot stills más clásicos. Otro rasgo distintivo son sus notas avainilladas y de toffe que tienen que ver con la especial atención que le ponen a la selección de sus barricas y el hecho de que no las utilicen más de dos veces, cosa de extraer ese tipo de notas sí o sí.

 

Las novedades vinieron con dos upgrades de la fórmula original. Glenmorangie es una casa especializada en los finish con un pasito extra por toneles que contuvieron previamente algún vino especial: jerez oloroso y Pedro Ximenez en el caso de Lasanta y oporto ruby en el caso del Quinta Ruban. Claramente ambos se benefician de su paso extra (otros dos años) y reflejan el espíritu de lo que acogieron esas barricas.

 

Merced a los buenos oficios de los anfitriones también pudimos tener una preview exclusiva de las poquísimas botellas que están en el país del Signet. Aquí ni están  especificados los años de los elementos que conforman esta verdadera alquimia de la más pura seda escocesa. Paciencia, está llegando a fin de año. Lloren chicos lloren. Yo al menos ya se qué va a encabezar mi lista de navidad.