Quebradeños

Parafraseando a un viejo reclamo publicitario podría decirse que el vino nacional ha recorrido un largo camino. Y en lo que va de los vinos tintos o blancos genéricos a la amplia proliferación de varietales con nombre propio hemos visto cómo los límites también se extienden a sus zonas de producción. No sólo el NOA en general sino incluso sus versiones más extremadas comienzan a brindar sus creaciones a consumidores que empiezan, lentamente, a abrir las molleras. Viñas del Perchel es una bodega ejemplar de las posibilidades que ofrecen estos nuevo terruños. Para ello su responsable, Javier Vargas, convocó a un grupo de periodistas y especialistas del vino para conocer su propuesta.

Vargas, ingeniero de minas de profesión, fue uno de los que junto a Fernando Dupont tuvieron la posibilidad de activar la viticultura jujeña, más específicamente en la Quebrada de Humahuaca, al punto de que ya se la ha reconocido con su propia IG. «Mi trabajo en minería me dió la posibilidad tanto de juntar unos ahorros como de interiorizarme de las posibilidades de producir en mi provincia natal. El proyecto arrancó de cero en 2005 y cinco años después comenzábamos a contar con nuestros primeros vinos. Más allá de la inexperiencia propia hay que entender que la zona no poseía muchos ejemplos de cómo se pueden producir uvas de calidad en la quebrada. El punto es que tenemos una finca en Huancalera a 2625 msnm donde sólo plantamos 6 de sus 15 hectáreas. Y cada cosecha ha sido una fuente de sorpresas y aprendizaje de las que estamos ojo avizor, prestos a encontrar el perfil de vinos que mejor exprese este terruño tan particular. Aunque se encuentra a una gran altura nuestra bodega ocupa el Angosto del Perchel, una zona más estrecha en el extremo del valle que, pese a las rigurosidades del clima lo protegen naturalmente de las heladas. Tenemos una elevada heliofanía y gran amplitud térmica lo que da por resultado tegumentos muy gruesos pero ricos en polifenoles y taninos. Desde 2014 contamos con el asesoramiento tanto en lo agronómico como en lo enológico de Gabriela Celeste, del equipo Eno Rolland. Aparte del vino en sí mismo y siendo conscientes de que nuestra ubicación complicaba un poco a los visitantes estamos en pleno proyecto de sumar a nuestro espacio un restaurant y un pequeño hotel

La cata se abrió con una novedad absoluta, el Viñas de Perchel Rosado. Este vino se hace con uva Criolla de parrales originarios de la zona con más de 80 años y, como gran diferencial, no deja sentir su fuerte presencia alcohólica algo que lo vuelve muy fresco y super bebible con lo que podemos augurarle una breve vida a sus venideras 1800 botellas. Además es un vino sin sulfitos agregados que carece en absoluto de las notas verdes que ostentan muchos de sus compañeros de categoría, otro punto a favor

A continuación fue el turno de los tintos, el Cactus Syrah 2019 y un Cactus Malbec 2018. Como comentaba por ahí su responsable enológica «dejamos que estos vinos vayan a su aire, que se tomen su tiempo.» Aquí hay 12 meses de paso por madera de varios usos, con una intención clara de redondear pero sin buscar protagonismo del roble. Como con el rosado la carga alcohólica está muy bien manejada e integrada y no pesa. Ya en el Malbec la cosa se aparta un poco y termina siendo el más gustoso y concentrado de la serie, tal vez con un perfil más acorde a lo que podría esperarse de la sumatoria de características de la IG.

Para el Cactus Tannat 2019 vemos unas rispideces muy peculiares. Está bien de taninos, me refiero a que no son pungentes, más bien dulces y redondos como se suelen dar en el norte patrio, pero hay un aporte de notas especiadas y herbales típicas de la zona del monte raleado en altura. Ha pasado entre 12 y 14 meses de barrica más otro tanto de estiba en botella. Super intenso de color y con una presunción de guarda de 15 años.

Finalmente llegó el Perchel Runa 2019, el único vino de corte de la escudería. Se trata de Syrah al 60% completado con Malbec (que no reniega de un «toque» de Tannat o Cabernet Franc según lo amerite la añada). Aquí se hacen aún más presentes todas las notas autóctonas del monte circundante que recuerdan al habitante de esa tierra donde toma su nombre con nobleza, resistencia y sólo pareciéndose a sí mismo.