Natural melancólico

En el mundo del vino el nombre de Jonathan Nossiter supo ganar cierta popularidad con su reconocido documental, precisamente titulado «Mondovino«. Una década después el director volvió sobre el tema con su último opus «Resistencia natural«. Para presentarlo fue que el cineasta visitó nuestro país en el marco del VII Encuentro Sudamericano de Viticultura Biodinámica.

 

Más allá de la sensación que produce tenerlo frente a frente, este hombre calmo y de maneras sencillas parece seguir con su derrotero de contar historias sumidas en una enorme melancolía. Así como en «Mondovino» el debate era sobre la avasalladora maquinaria que el tándem Parker-Rolland estaba implantando en la industria, ahora otra vez Nossiter parece creer, como dice la canción, que el tiempo está a favor de los pequeños al mostrar la visión de un grupo de productores de vino, a la sazón sus vecinos en la Toscana. El punto es que este pequeño grupo está unido en la idea de renegar de los usos de la agricultura moderna tan enfrascada en el rendimiento a como dé lugar por una alternativa más racional y sustentable. «Claramente el modelo de producción agrícola que estamos viviendo es predatorio puesto que se tiende a sobreexplotar las zonas de cultivo, devastándolas mediante el uso de pesticidas y fertilizantes artificiales. Estos usos mejoran el rinde pero producen mucho de alimentos cuyo valor nutricional es cada vez menor. Y, encima, en el proceso acaban agregándose elementos nocivos para la salud.– comenta Nossiter- Ya desde la propia etimología de la palabra comienza a quedar claro como ésta práctica se ha apartado de la dimensión humana. En un principio la palabra agricultura no existía, es un invento de la era industrial. Para los pueblos de la antigüedad solo era cultura, con una misma palabra abarcaban todo lo que era la producción humana, desde escribir un soneto a plantar una vid. El concepto no hacía distingos. Es la modernidad la que separa por completo al trabajo de la tierra casi te diría como en oposición al «cultivo» de lo que ellos llaman las Artes Mayores. 

 

Este contrapunto queda claro en la película cuando decide apoyar muchos de sus tramos documentales con diferentes escenas de films, muchos del Neorrealismo Italiano. Y a través, precisamente, de las participaciones del curador de la cinemateca del pueblo. Decíamos que se siente una enorme melancolía ante una obra que no cree que todo tiempo pasado fue mejor sino que lo sabe, al menos en cuestiones de salud alimentaria. Que el foco esté puesto en productores de vino le da un viso romántico si se quiere pero no deja de quedar claro que lo mismo sería que se tratase de cualquier otro tipo de cultivo que se aparte de las sacrosantas medidas de producción exigidas por caso por la Unión Europea.

 

Sin embargo, pese a ese tono que pervade «Resistencia Natural» aún queda espacio para la esperanza ante la parejita joven que decidió dejar una vida cómoda en la ciudad para instalarse con sus hijos a producir vino sin aditivos. O el encanto innegable de quien se alza un poco como protagonista, Stefano. «En mis películas, tanto en las de ficción como en los documentales, me interesa mostrar la forma en que un ser humano interactúa con la cámara. Mucho se ha dicho de si había pintado como un villano a Michel Rolland en «Mondovino» y no creo que haya sido el caso. No hay nada de lo que se ve de su imagen en el film que Rolland no haya puesto allí él mismo. En el caso de Stefano me he encontrado con una persona excepcional. Un tipo con la poética de un Passolini y el carisma de Clint Eastwood