El socio del vino

Polifacético e inquieto, no en vano Giuseppe Franceschini decidió simbolizar su trabajo con una calesita de vinos. Este enólogo no sólo posee un par de propuestas personalísimas (Bacán y Saltimbanco) sino que suma su profundo conocimiento del mundo del vino a diversas bodegas a ambos lados del Atlántico. Este carácter itinerante también vuelve muy apreciadas sus escasas visitas a la ciudad. Y en esta oportunidad la excusa fue presentar algunos de los vinos del proyecto en el que asesora a 6962.

 

Esta línea de vinos que menta en su etiqueta, metros más metros menos, la altura del Aconcagua hace hincapié, precisamente en la cota de su terroir y en su carácter de opción para beber todos los días. Pese a ésta apelación cotidiana no hay que llamarse a engaño, no por bebibles estos vinos carecen de notas muy dignas de mención. Además de la charla más técnica de la tarde tuvimos la suerte de poder compartir un almuerzo con el winemaker en Freud & Fahler regado, por supuesto, por los vinos en cuestión.

 

Aunque arrancamos con un muy buen Sauvignon Blanc, vamos a volver a eso en un momento. Algo que llamó mucho la atención fue nuestro primer encuentro con un rosado que venía creando expectativas desde que se conocieron sus primeras imágenes «Este rosado está hecho en su totalidad de un  Malbec de Maipú, a unos 950 msnm. – Dice Franceschini. – Lo curioso es que el viñedo está emplazado en medio del parque de una señora. Es pequeño, aunque brinda una producción muy interesante. Si bien hay sedimentos aluvionales, aquí se encuentran mayoritariamente  piedras de bola grandes y cierta profundidad con presencia de arcillas. Claramente esta conformación de suelo ofrece una diferencia de PH que hace sentir un fondo que alarga el cuerpo en boca, que lo hace apenas más «gordito» » Ciertamente esa característica, junto a una ligera mineralidad le dan un equilibrio muy fresco que redunda en que sea tan fácil de beber. Desde lo técnico es claramente un rosé de inspiración provenzal con sólo un 20% de sangría del Malbec Reserva, también de ese mismo viñedo. Es un rosado tipo piel de cebolla, de un color pálido y muy elegante y que ha exigido un gran pulso de su creador entre la prensada y la mezcla de sangría. Gran interpretador del terroir y sus representantes vemos cómo todo gira en torno a la cepa que siente que mejor lo retrata. En este caso  Malbec pero no tan explosivo desde lo frutal. Ha hecho una prensada acotada para el rosé pero según Franceschini «es el Malbec sin guarda el que lo expresa más fielmente. De hecho hay una versión Reserva, de donde sacamos la sangría y que aún no tenemos aquí para probar. Pero me parece que este Malbec, con más flores que frutosidad, es su reflejo más fiel.» Tanto es así que directamente decidió servirlo fresco, por debajo de los habituales 18 grados.

 

El otro campo donde el winemaker también se destaca es en su manejo de los blancos. Decíamos que habíamos arrancado con uno muy ligero. Su Sauvignon Blanc tiene una tipicidad más sutil. Espárragos, sí, pero un espectro más fresco y amable que el de otros ejemplos mendocinos. «Ésta uva viene de Gualtallary. Claramente estamos hablando de otro grado de ligereza, que no quisiera usar tanto el término mineralidad, pero es cierto que este terroir tiene mucha arena y poca arcilla, además de estar a 1200 metros.» Otro blanco destacado de 6962 es sin duda su Torrontés.  Plantado en Lujan de Cuyo presenta características más atenuadas que las de sus pares del norte pese a tratarse de una versión de origen riojano.

 

Aunque pareciera que el manejo de ese Malbec del comienzo en sus tres variantes fueran lo más representativo del estilo de Franceschini, tampoco hay que olvidar sus ediciones especiales, esos rescates que también son una firma de su trabajo. En ese apartado probamos dos cepas poco conocidas que fueron además producidas en circunstancias muy especiales y que, como suele ser el caso en su gran mayoría, probablemente no vuelvan a repetirse. Así tenemos ediciones super limitadas, muy interesantes y que no perforan la barrera de los 400$. Una de ellas fue de Primitivo, más conocida bajo el nombre de Zinfandel, una cepa de la que hemos oído hablar más que nada por sus versiones del Valle de Napa aunque sea originaria de Los Balcanes. Diferente, tánico pero no muy elegante. Distinta fue la experiencia con el Aglianico, también con taninos muy presentes pero con una carnosidad y peso muy equilibrados  «Me había enterado que la gente de Krontiras tenía esta partida del 2013 y, literalmente, no sabían que hacer con ella en ese momento. Así que decidí comprársela y embotellarla. Pero puesto que luego esa bodega decidió trabajar regularmente la cepa, ya no pienso seguir haciéndolo. No voy a competir, sólo fue una oportunidad de dar una mano con ese vino.«cierra el winemaker.