Dedicado

Aunque para el tango 20 años no sean nada, sí que son un hito destacable en el proceloso mar de la gastronomía local. Que un espacio alcance las  dos décadas siempre es algo para festejar y más aún cuando se trata de uno tan señero como el Gran Bar Danzón. Sumándose a los festejos el winemaker Sebastián Zuccardi aunó fuerzas con Luis Morandi, máximo responsable del bar, para la concreción de un Blend especialmente realizado para la ocasión.

 

Decíamos que mantenerse vigente durante tanto tiempo, soportando los vaivenes de las modas y los cimbronazos de la economía no son poco mérito. Pero también hay que destacar el carácter pionero del Gran Bar Danzón, apostando por los vinos en copa y sirviendo de punto de difusión de una incipiente movida que hoy nos parece existir desde siempre. Pero hay que pensar que el mercado en el último codo del siglo era muy distinto del actual, con mayor consumo per cápita pero poco conocimiento. En este panorama el bar asumió un compromiso bifronte, revitalizar la alicaída oferta de coctelería, con pocas barras de calidad en algunos grandes hoteles, y apostar por la nueva movida del vino. Incluso, entre su nutrido anecdotario, el Gran Bar Danzón albergó a la primera escuela de sommellerie cuando ésta no contaba aún con una sede propia.

 

Parte de esta impronta se desgrana también en la propia relación con los Zuccardi. «Participar de este homenaje a un bar pionero en la reformulación del consumo del vino es un placer y una debida forma de agradecimiento con un lugar que apostó por nosotros en el mismo principio de mi profesión. Recuerdo haber llegado con unas pocas muestras del primer Alma 4 en una mochila y Luis fue quien compró mi primera botella. Con toda esta historia común, sólo hizo falta un encuentro en Masticar. Su pedido y ponernos manos a la obra fue todo uno

 

«Decidimos utilizar vinos de dos de nuestras fincas en Gualtallary y Altamira. – Continúa Sebastián – Este Blend es un corte de dos Malbec y, algo novedoso para mi, un Cabernet Franc. El porcentaje es casi partes iguales de cada Malbec hasta alcanzar un 80%. En el caso de Altamira tenemos una sección de suelo típica que llamamos de gravas calcáreas, es decir las famosas piedras redondas rodeadas de carbonato de calcio. Para el otro Malbec recurrimos a Gualtallary. Allí predomina el caliche, que es una formación de suelo de arena y calcáreo que produce vinos con una textura y un tanino muy especial. Y el 20% restante es un Cabernet Franc de Altamira

 

Aunque su creador lo sienta como algo novedoso, probándolo se puede reconocer su mano, principalmente en la presencia de una mineralidad elegante y una apuesta clara a la tensión sobre el peso en boca. El vino pasó por un año de barrica de 500 litros con mucho uso, sólo para redondear taninos y sin buscar aportes de la madera per se. El Blend posee una impronta ligera, fragante de fruta roja, con toques especiados que aporta el Cabernet Franc. Pensado para la guarda, existe una buena cantidad de botellas magnum e incluso algunas más grandes (y raras) de esta Edición Limitada. Seguramente no faltarán excusas de nuevos festejos para seguir de cerca la evolución de este elegante assemblage.

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