Tributo

Sin duda que la del vino es una industria donde los nombres pesan. Desde el rancio abolengo de los López o los Arizu hasta otras prosapias no por no tan conocidas menos legendarias. Incluso el mismímo Aquiles trazaba una línea en la arena de su desembarco troyano dividiendo a los hombres entre aquellos cuyos logros serían cantados por los aedas y los simples mortales. Que la perspectiva no nos engañe, hay héroes más chicos, por ahí más cotidianos, que igual han sabido ganarse un sitial de honor en los corazones de aquellos que los conocieron.

 

Ese parece ser el caso de Luis Marcelino Bonino Franceschini (bien que su nombre completo resuena como los patronímicos de los agonistas de Homero) un gringo «bueno, gordo y rubicundo» en palabras de su nieta Martina. «Esto empezó hace un  montón de años sin que me diera cuenta. Desde muy chica estuve con mi abuelo que trabajó toda su vida en fincas, manejando las suyas y administrando para otros. Vivió 40 años en San Rafael y yo pasé allí toda mi infancia. Y con este vino que saqué regresa esa emoción de volverlo a tener presente. Desde que lleve su apellido, su nombre completo, un dibujo de su rostro o que la etiqueta esté adornada por el símbolo del club de pesca que era su otra pasión. Antes hubo una vendimia que pude realizar en un pueblito de Galicia y allí, mágicamente, se me volvía a aparecer en cada momento. Como que la vida encontraba el modo de marcarte un camino. Así que siguiendo ese llamado, que también era el de la viña, arranqué a estudiar enología este año. Siendo amiga de los Durigutti apenas Héctor se enteró que había empezado a estudiar surgió la propuesta de hacer mi propio vino con su ayuda. Y todo empezó a cuajar. Me preguntó qué me gustaría hacer y enseguida pensé en los Blends que suelo consumir. Quería algo que uno pudiera tomar y disfrutar sin muchas vueltas. La idea era hacer un Reserva pero también uno más fresco, sin tanto alcohol. Que se pudiera diferenciar el Reserva para una comida más importante y el otro para tomarse una copita al final del día. Así que preparamos los cortes juntos: luego de decirle qué varietales quería él me armó las muestras, las probamos y empezamos a desarrollar los vinos. El 2020, el más nuevito, fue como muy fácil de hacer. A ambos nos gustaron las muestras y enseguida salió. En el caso del Reserva costó un poco más. Está claro que es un vino más complejo. Luego fue el turno del packaging, la etiqueta y, siendo muy detallista, podríamos decir que virtualmente volví loco al diseñador hasta encontrar justo lo que deseaba

 

Hablando de diseño estos Bonino comparten un perfil elegante, en botellas de tipo Borgoña. Muy sobrios en la etiqueta y con ligeras diferencias entre el ejemplar más joven y el Reserva. Ambos son Blends y, aún con el peso de San Rafael en la saga familiar, no cuentan con uvas de ese origen.

 

El Bonino Red Blend 2020 es un corte a partes iguales de Malbec y Cabernet Franc (40/40) cerrado con Merlot de Tupungato mientras que las partes mandatarias provienen de Altamira y Agrelo respectivamente. Es un tinto bien intenso de color que fue madurado en huevos de cemento durante 17 meses con toda la intención de poner la fruta al centro y al frente. Aunque nos consta que no fue armado con vocación beaujolaística (perdón por el neologismo) hay algo de ese protagonismo que hace pensar en la idea de servirlo refrescado. Y, si bien el registro de la carga alcohólica lo enmarca por debajo de los 13 grados,  quizás habría que trabajar esa integración para que tal rasgo no esté tan presente en la primera nariz.

 

El Bonino Blend Reserva 2019 cambia su composición con una mitad neta de Cabernet Franc de Agrelo casi en pie de igualdad con Malbecs de Gualtallary y Las compuertas. Cierra la ecuación un 5% de Merlot de Tupungato. De un violáceo ala de cuervo vuelve a aparecer la llamada alcohólica aunque casi podría decirse que tiene el mismo grado que su joven compañero. Tal vez un poco cerrado apenas se lo escancia no tarda mucho en comenzar a abrirse con buenos terciarios de especia, tabaco y chocolate amargo. Se nota la mayor ambición tanto por su elección del Franc como voz cantante más el hecho de contar con una crianza total de 28 meses. Sin embargo se ve la intención de preservar la fruta, dado que arranca con 12 meses de fudre de varios usos cerrando con otro año y medio en huevos de cemento.