Solar

Y de pronto, en medio de la trepada cordillerana uno se encuentra con una enorme ballena varada. Bien que todos sabemos que lo que son estas alturas fueron aquellos abismos hace millonada de años pero darse de bruces con ese blanco cetáceo en medio del monte debe ser toda una experiencia. Pero no es un espejismo sino la primera de una serie de esculturas monumentales que adornarán las viñas de Xumek en el paradisíaco Valle de Zonda. La familia Eskenazi posee unas 20 000 hectáreas de las que apenas están plantadas 160. De ellas surgen tres fincas:  Santa Sylvia, La Leona y La Ciénaga. «Esto no es casual– nos cuenta Ezequiel Eskenazi, presidente de la bodega- nuestra idea no se agota en la producción de vinos de calidad sino de hacerlos dentro de un proyecto integral de conservacionismo, prácticas responsables y arte.» Él, junto al enólogo Daniel Ekkert se corrieron hasta Buenos Aires con la excusa de presentar su nuevo espumante y recorrer las etiquetas de su línea principal.

 

La idea de reflejar la idiosincracia del Valle de Zonda queda de manifiesto ya desde el nombre. Xumek significa Sol en la lengua de los Huarpes. Y bien que ese es un recurso del que la provincia puede blasonar de sobra «Literalmente– continúa Eskenazi- esos mismos grados de insolación y exuberancia vegetativa le han dado fama a San Juan de gran productora de cantidad aunque no precisamente de calidad. Sin embargo es claro que muchas bodegas están tratando de dar vuelta este preconcepto con apuestas a esta última, especialmente en valles como los de Zonda, Tulum o El Pedernal«. De hecho la búsqueda de Xumek fue, desde el minuto cero, una apuesta cabal en este sentido, cuando empezó produciendo uvas finas para la venta antes de abocarse a la creación de sus propios vinos.

 

«Tenemos un terroir privilegiado y buscamos reflejarlo con la menor intervención posible– continúa Daniel Ekkert, su enólogo- las fincas están desplegadas en una suerte de terracería que arranca con Santa Sylvia, en una franja que va de los 750 a los 850 metros. Luego, en la cota de los 950 metros, se encuentra La Leona y seguimos hasta alcanzar los altos de La Ciénaga, rozando un techo cercano a los 1500 metros. La altura y la composición de suelos nos dan un amplio abanico para construir nuestros vinos, especialmente en las franjas de más altura ideales para variedades de ciclo corto como el Chardonnay o los vinos base de nuestro nuevo espumante, especialmente el Pinot Noir del Extra Brut que estamos presentando

 

La idea de que todo el proyecto sea consecuente con los principios del conservacionismo no se agota en el vino, intrínsecamente. Por ejemplo Paul Hobbs y Roberto Cipresso eligieron las nuevas parcelas con las que el proyecto espera seguir subiendo de cota. Hasta el  momento se han usado acopios por gravedad, mediante reservorios en altura para abastecer de riego a las fincas más bajas, pero para el caso de las nuevas se hará necesario implementar bombas que serán alimentadas por energía solar. También se recurrirá a la plantación en vaso, contra el espaldero tradicional, e incluso se irá más lejos al ubicar las vides en medio de las plantas autóctonas.

 

En cuanto a los vinos, arrancamos con el Extra Brut, con una inquietante (y muy realista) imagen de una víbora yarará. Como con el resto de sus etiquetas de la línea clásica, todas representan animales de la zona, que medran entre las viñas, dibujadas por el reconocido artista Esteban Díaz Mathe. Posee un ligero color rosado salmón y está constituído íntegramente por Pinot Noir de La Ciénaga. El contacto con lías (fue elaborado por el método de Charmat lungo) le aporta notas florales y un dejo en el largo de boca que recuerda a frutos secos. Buena acidez con toques de berries salvajes y cerezas.

 

Otro de los destacados en altura es sin duda el Chardonnay, ilustrado en su estampa con un guanaco como los que crían los responsables de la finca. Fueron los huérfanos de ejemplares diezmados por la caza furtiva que a su vez se han reproducido y con los que se espera poder repoblar las manadas originales del paraje. Es un blanco con muchas capas, notas lácteas que se quedan al fondo ante una nariz de leechi y duraznos blancos. La altura le aporta una acidez que vehiculiza todas las notas del conjunto.

 

Entre los tintos se destaca el Malbec. Es una versión compleja, con una alternancia que genera tensión entre flor y fruta. Hay notas de ciruela y tabaco pero también una salvaje llamada de la jarilla que abunda en el área más aportes minerales de las uvas que fueran tomadas de las parcelas más altas. Un vino de perfil que bien se ha merecido que lo asocien desde la etiqueta con un puma. Y, para cerrar los tintos, llegó un Syrah oscuro y aterciopelado. Mucha nota madura, con especias y un peso en boca que sin duda suena a promesa de una guarda soñada bajo la penetrante mirada del zorro que, desde la efigie, campea en la etiqueta.