La tradición y la naturaleza son dos temas muy caros al corazón de Seiko. Habiendo tenido la posibilidad de visitar varios de sus centros de manufactura a lo largo de Japón se hace patente este entramado profundo que la marca trata de representar en cada una de su creaciones. Y esto es algo que parece adquirir total relevancia ante el desembarco de la línea Grand Seiko White Birch, cuya version Hi-Beat 36 000 se alzó con la máxima distinción para Relojes de Caballero en la última edición del Gran Prix d’ Horlogerie de Ginebra y que ahora se complementa con un Spring Drive 5 Days.
Para el caso estamos hablando de la evolución de los clásicos Grand Seiko de los 60 pero con grandes innovaciones tanto mecánicas como estéticas. Sin duda lo que se lleva todas las miradas en este nuevo integrante de la serie Grand Seiko Spring Drive es su dial, labrado para emular los abedules blancos que campean en la Planicie de Hiraniwa. De hecho la imagen de los bosques japoneses es motivo recurrente toda vez que el mismo Shizuku-Ishi Watch Studio en Morioka está emplazado en medio de un impresionante monte de abetos.
Este recienvenido cuenta con un calibre Spring Drive 9RA2 que consigue, entre otras cosas, que su segundero navegue el cuadrante sin un mínimo temblor. Esta fluidez es una de las tantas sutilezas, de lo visto y no visto, que son parte inextricable del ADN de Seiko.
Ante tanta atención al cuadrante vemos que en esta versión se ha quitado el típico visor de la reserva de marcha. Aunque no se habrá de extrañar mucho puesto que el estado de sus cinco días de capacidad pueden corroborarse en el fondo a través de una tapa de zafiro que permite observar ese dato junto al bello interior del calibre, con un acabado «frost» para emular mejor a un paisaje barrido por la nieve.
Dado que la eterna reformulación es una de las prácticas que caracterizan a esta manufactura podemos ver que en este White Birch se han puesto de manifiesto los pasos del Evolution 9 Style Concept. En este caso debe cumplir con tres premisas: evolucionar en la estética, en su legibilidad y en la comodidad para llevarlo. Estas tres características están avaladas por la dramática implementación de una estructura 3D que juega con luces y sombras en el mentado dial y en el uso del célebre pulido Zaratzu en caja y brazalete, esto en cuanto a la estética del reloj. Los cortes en volumen de los numerales ligeramente oversized junto a las clásicas manecillas facetadas tipo espada, que sólo se permite el icónico azul del segundero de los Grand Seiko, aseguran una facilidad de lectura superlativa. Y finalmente el confort que brinda una relación de circa el 50% del ancho del brazalete con respecto a la caja, cuyo centro de gravedad ha sido levemente bajado para evitar desplazamientos indeseados en la muñeca.