«Augusto Remo Erdosain, metafísico hasta la médula». Así presentaba Roberto Arlt al relator de su novela Los siete locos. Y a su raison de vivre simbolizada en la concreción de un sueño impráctico de toda impracticidad: la creación de una flor metálica. No vamos a decir que el derrotero de crear vinos en la empinada e indómita Quebrada de Humahuaca tenga reverberancias de esta épica de locos, pero por qué no dejar volar un poco la imaginación sin faltar a la crónica.
Desde estas páginas ya nos hemos hecho eco de la idea de algunos creadores de vinos con respecto a los rosados y su falta de tradición vernácula. Podemos mirar hacia la Provenza, que está muy bien, o aprovechar esa libertad intrínseca que nos brinda la falta de escolástica alguna para permitirnos experimentar sin corsés. Claramente el Rosa de Maimará es un buen ejemplo de este enorme abanico de posibilidades.
«Para ser precisos tengo que decir que esto fue un invento de Marcos Etchart, de sus ganas de hacerlo al comienzo con una sangría polentosa de Syrah y de, en su primer momento Cabernet Sauvignon.- comenta Fernando Dupont pionero en la creación de vinos en la Quebrada- Y después, a medida que fuimos plantándolo se fue incorporando el Franc, que es el que conforma el corte actual. Incluso hubo algunos aportes del Malbec pero no significativos y que enseguida abandonamos por completo«. Hay que recordar la importancia que tienen para la bodega norteña, por un lado los vinos de corte (casi todas sus etiquetas lo son) y la enorme versión que ellos entienden brinda el Syrah en tales parajes, al punto que su único varietal neto, el Sikuri, ficha para esa cepa. «Creo que parte de la diferencia– continúa Dupont– es la atención que le hemos dado al Rosa. Muchas veces pasa con ciertos vinos de sangría que se arman con lo que, digamos, sobra de otros cortes. Sin embargo aquí le hemos puesto un especial cuidado, eligiendo lo que consideramos uno de los jugos más ricos que se pueden sacar de nuestros mostos. Esto, combinado con tenerlos al mismo precio que nuestro arranque de línea, el Punta Corral lo ha convertido en un favorito automático y estamos muy satisfechos de la velocidad con la que quebramos stock«. Como siempre con los vinos de la bodega el diseño de las etiquetas no es un tema menor y en este caso recayó en Caty, una de las hijas de Fernando, a la sazón pintora y orfebre.
Hablábamos de la posibilidad de crear sin ataduras y aquí se demuestra a las claras que este es un vino que surge de las necesidades de la bodega antes que de los requerimientos de alcanzar un nicho en el mercado. Para empezar se trata de un Blend de cerca de un 70% de Syrah completado con Cabernet Franc de un color cereza intenso y vibrante pero límpido. Y sin duda una de sus características más disruptivas para un vino rosado es una potentísima carga alcohólica que campea por encima de los 15 grados. Todo cerrado por una serie de pasos por barrica. Arrancando con un mes de primer uso para luego ser trasegado a otras más viejas. No pasa por tanque. El resultado es un vino que se desmarca. Tanto el alcohol como la barrica presente se encuentran muy bien integrados. Quizás con un poco más de protagonismo alcohólico, que brinda notas de confitura y lo hace más bebible, si cabe. A diferencia de la versión 2019 que tenía mucha más fruta, la 2020 nos recuerda a encarnaciones previas más complejas. Hay frutilla, cerezas pero también un fondo ácido como de ciruelas amarillas. Es un vino de mucha personalidad que sin duda se beneficiará de un servicio bien frío. El Rosa de Maimará reniega por igual de piletas (salvo que uno se quiera estrolar en el trampolín) que de amabilidades de cordial. Cero girlie, es un señor vino que merece por derecho propio ser protagonista con sitial de honor en una mesa regia.