Juego de patriotas

En lo que parece el inicio de una bonita tradición, la gente de Trapiche volvió a convocar a un almuerzo de prensa para celebrar el 25 de mayo. Un par de días después la cita fue en el Café de Marco (Tte. General J.D. Perón 1259), matizada con los aportes historiográficos del reconocido especialista Daniel Balmaceda y con la presencia de su enólogo Sergio Casé.

El punto de encuentro fue bien pensado, puesto que este bar temático recoge el nombre de su celebrado homónimo colonial que, a pasos del Cabildo, fue el centro de reuniones, dimes y diretes y ámbito para «roscar» de los incipientes revolucionarios de Mayo. Tocayo del propietario original Marco Antonio Arslanian quedó tan prendado del aura de aquel mítico punto de encuentro entre los patriotas nacionales que, al descubrir que ya no existía, decidió recrearlo fundando a su vez su propio derrotero como empresario gastronómico. Hay que destacar que, además de a los Héroes de Mayo, su bar también celebra la masonería (su templo principal se encuentra al cruzar la calle) siendo esta pertenencia algo muy común entre los primeros dirigentes de la Argentina.

Plenos de fervor patriótico, por supuesto que el menú iba a recurrir a clásicos como las empanadas, el locro y un surtido de tintos. En este caso los anfitriones también quisieron embeberse de historia y propusieron un ida y vuelta con una de sus marcas señeras: Fond de Cave. Para el caso con un verdadero inhallable, un Cabernet Sauvignon de 1980 en contrapunto con su contemporáneo Gran Reserva 2018, junto a un Blend 2019 y un cierre de Fortificado también de la misma añada que este último.

El reconocido historiador desgranó historias con los entrantes prefiriendo hacer foco más que en aquel 1810 primigenio, en la celebración de nuestro primer Centenario, que compartió cartel con el aciago paso del Cometa Halley. Hubo pasos de comedia (negra) con la presunción de que se venía el fin de los días, además del protagonismo impensado de cierta infanta española, estrella de la celebración de los primeros cien años de una Argentina fuera de los designios de la Corona de Castilla y Aragón.

Mientras hacían su aparición las célebres empanadas de carne a cuchillo del Café (permitiéndose una pequeña licencia con su reconocida versión al roquefort) Sergio Casé nos puso en autos sobre los vinos que iríamos degustando. «Empezando por el más «viejito»– arrancó el enólogo- tenemos un Cabernet de la zona de Cruz de Piedra hecho por Angel Mendoza. Un vino de apenas 12,5 de alcohol en una botella etiquetada en inglés, por lo que seguramente quedó de alguna partida de exportación. Después de darle tiempo de abierto comenzó a expresarse muy bien, impecable en su brillantez, por supuesto con un matiz evolucionado, fruto de los 43 años que lleva desde su creación. Lo vamos a probar espalda con espalda con su versión Gran Reserva 2018 y para acompañar también tenemos un Blend 2019 y un Encabezado de Malbec a los postres. En estos últimos tenemos una materia prima en común, elegida de todo lo que es Perdriel, Agrelo y la parte baja de Tupungato. Todo de viñedos muy viejos que tienen un promedio de 40 años de plantados entre unos y otros. Intentamos mantener el perfil de la línea Fond de Cave: vinos de concentración, potentes, con guarda en barriles. Después de los 18 meses de paso por madera estamos poniendo estos vinos en botella sumándoles otros 6 meses en estiba antes de salir al mercado. Esto es algo que hemos propuesto con firmeza desde el punto de vista técnico desde los últimos tres años y se nota la diferencia en la redondez, son vinos que quedan más armados

Sin dudas lo más curioso fue el añoso Cabernet. Lógicamente fue contemporáneo de plantaciones de Malbec pero que no comenzarían a tallar como solistas hasta al menos un par de décadas a posteriori. En ese momento el Cabernet Sauvignon era la cepa si se intentaba presentar un tinto de calidad. Teniendo en cuenta que los métodos de envasado de aquel entonces no son ni comparables con los actuales muchas partidas debieron jugársela a suerte y verdad. Hay una tonalidad ladrillo en el menisco, tan en boga a finales de los 90 con vinos con apenas cuatro o cinco años de evolución y que hoy causaría horror en las sensibilidades más jóvenes. El vino se mantiene límpido, con mucha nota de cuero y toques terrosos. Como hacía notar el propio Casé, el hecho de que tuviera un nivel de alcohol tan bajo para los standars modernos y que haya envejecido tan dignamente, tal vez debería llamarnos a la reflexión sobre el modo en que entendemos en nuestros días los niveles de extracción de los tintos.