En las más de dos décadas desde su desembarco en Gualtallary la gente de Domaine Bousquet ha dejado en claro su vocación por las prácticas sustentables. La misma ecuación que hizo que arrancaran comprando por 30 dólares hectáreas que hoy valen 1000 sirvió para que pudiesen plantear y plantar desde cero un terreno intacto. En estas páginas hemos hablado varias veces sobre la idea del patriarca, decidido a aprovechar las bondades del clima precordillerano impulsando una prédica orgánica que los llevó a ranquear como la bodega con más hectáreas certificadas del país. En la actualidad cuenta con casi 300 propias además de otras 450 si sumamos a sus proveedores asociados.
Ese norte iba a fructificar con la producción dentro de su portfolio de vinos naturales, es decir sin sulfitos agregados, que arrancó allá por 2018 con su Virgen Red Blend y que ha ido sumando un trío de varietales netos cuyas dos últimas incorporaciones nos sirvieron de excusa para charlar de la línea con el responsable de su enología, Rodrigo Serrano.
«El proyecto de los vinos sin anhídridos surge porque la bodega se había propuesto tener el primer vino USDA certificado de Argentina, algo que conseguimos en 2018. En la historia de nuestra viticultura no hubo antes ningún vino con esa certificación para el mercado norteamericano, que representa el sello orgánico para alimentos en ese país. Hay que entender que, para que un vino sea considerado orgánico en Estados Unidos, existen distintos tipos de certificación. Está la definición «Hecho con uvas orgánicas» si contases con uvas con la trazabilidad de ese origen, pero si uno quiere que diga «Orgánico» en la etiqueta también tiene que tratarse de un vino sin sulfitos agregados. Con esa meta arrancamos el proyecto y para 2018 conseguimos una producción de 22 000 botellas del Virgen Red Blend que estaba conformado por Malbec, Cabernet Sauvignon y Cabernet Franc y la demanda fue tal que en menos de dos meses quebramos stock y nos dejó pensando en cómo crecer al año siguiente con un vino que tuvo tan buena acogida. Así que se repitió el corte, esta vez con casi 130 000 litros de ese vino y a su vez se abrió el juego con dos varietales netos: Malbec y Cabernet Sauvignon. Fue un éxito así que en 2019 salimos con 280 000 botellas de Virgen entre las tres etiquetas. Para el 2020 apostamos al medio millón de botellas y en 2021 se hicieron también medio millón, pero de litros ahora con la incorporación del primer blanco de la serie, un Chardonnay.»
Habiendo tenido la posibilidad de seguir el derrotero completo de esta línea podemos decir que todos comparten una etiqueta florida con la apelación Virgen en verde y la particularidad de una tapa a rosca también en ese color. Ciertamente es un detalle lógico si se quiere para un producto que, por la misma idiosincracia de carecer de esos sulfitos estabilizadores, está pensado para un consumo joven. Aquel primer Red Blend ofrecía mucha fruta fresca con fuertes toques vegetales, algo bastante frecuente en los vinos del perfil. A continuación, probando ya el Virgen Malbec en su primera encarnación, también encontrábamos la fruta al frente y reaparecía con bastante protagonismo aquella nota verde.
Muy recientemente pudimos probar los últimos exponentes de la serie. El Virgen Cabernet Sauvignon 2020, además del cambio de varietal ya no muestra esa nota recurrente (que también desapareció en las últimas añadas del Malbec) y presenta una pirazina amable con taninos redondos y fruta jugosa. Un tinto bien fresco. En el caso del Virgen Chardonnay 2020, el primer blanco sin sulfitos de la bodega (y uno de los pocos del mercado) se destaca su muy buena acidez. En la fruta hay toques de pera y de ananá pero más de la parte ácida cerca de la cáscara. Y sorprende con una aguja muy envolvente en boca pero que no se muestra como burbuja en la copa.