El torrontés, blanco nacional

El caso del Torrontés tiene una serie de aristas que merecen ser tenidas en cuenta. Su tipicidad lo desmarca de sus colegas de otras latitudes, ha evolucionado hasta ampliar mucho sus posibles expresiones y además se da en una provincia, Salta, plena de paisajes imponentes. Este último no es un dato menor, puesto que suma a la gastronomía de la perla del NOA una alianza natural con el turismo enológico.
En cuanto a la tipicidad que le ha ganado tanto devotos como detractores, hay que hacer la salvedad de que el torrontés entrando el siglo XXI se ha alejado bastante de ese blanco altamente frutado, dulce en nariz y con un final de boca ligeramente amargo. El paso del tiempo ha posibilitado que diferentes productores hayan podido dar su propia interpretación de la cepa lo que ha dado por resultado un gran número de ejemplos de torrontés cafayatense.
Decíamos que el vino y la fisonomía de la hermosa Salta forman una alianza dorada que no ha pasado inadvertida para los entes turísticos, quienes suman recorridos por las bodegas siempre que pueden, pero que han llegado incluso a concentrar sus esfuerzos en la Semana del Torrontés. Esta movida, junto a los Salones de Vino de Altura, se han convertido en una excelente ocasión para conocer más al torrontés y a otros grandes vinos del área.
El clima cafayatense goza de varias características muy deseables a la hora de aspirar a la creación de grandes vinos. Una altura que campea tranquilamente sobre los mil metros con clima seco, buenos vientos y una marcada amplitud térmica.
Estas características se reflejan en la evolución de un blanco que siempre ha resultado muy fácil de reconocer. El torrontés como se lo entendía mayoritariamente hasta hace un par de décadas era muy frutado, pero con un amargor en el final de boca que muchos encontraban poco amistoso. Se podría decir que antes a la gente le gustaba mucho o no le gustaba nada. Aprovechando la ultima Semana del Torrontés tuvimos la posibilidad de ver cuanto ha evolucionado el manejo de esta cepa. Pudimos disfrutar la suave elegancia de la versión de San Pedro de Yacochuya, pasando por la fineza del torrontés orgánico de Nanni hasta ejemplos más meridianos como los de Bodegas Tukma. O incluso un ejemplo más decimonónico del manejo de esta cepa con la versión de José Mounier. Un caso muy digno de destacar a la hora de hacer patente esta paleta es el de Quara. Ya desde su versión Reserva marca una diferencia que luego se amplía hasta el magnifico Single Vineyard, del que tuvimos la suerte de probar una botella de la cosecha 2010, algo que nos hace empezar a contemplar la posibilidad de darle algo de guarda también a los vinos blancos.