Pese una canícula abiertamente tropical los rosados han llegado a por sus fueros. Luego de abrirse paso a codazos entre los encajonados conceptos de vino «femenino» y «piletero«(término espantoso donde los haya) la categoría comienza a ser eso: una expresión de vino más.
Por supuesto que antes ha habido cimbronazos de moda, como que cada bodega debía tener el suyo, con diferentes objetivos. Pero poco a poco la tendencia comienza a decantar y varias marcas empiezan a hacer apuestas muy especificas, más ambiciosas y con la mirada claramente apuntando a la Provenza. Es de entender, de allí surge una tradición de vinos elegantes, que no por frescos le escapan a la complejidad. En este caso pudimos reseñar dos novedades que se le animan al primer escalón de la alta gama.
Desde Salta y su altura llega Rosa Rosa un assemblage fruto de la buena mano de Paco Puga. Proviene de Finca Río Seco, un viñedo a 1700 msnm que, hasta la última vez que preguntamos, se dedicaba exclusivamente a las tintas. En algún momento hemos comentado en este mismo espacio la muy buena versión de rosado de El Porvenir. Sólo que en ese caso se trataba de un Single Vineyard Malbec. La posibilidad del blend ayuda a sumar complejidad en este elegante ejemplar, tenso, con muy buena acidez y una cota alcohólica atendible (13,1 grados) que, sin embargo, está perfectamente integrada y no molesta. Rompiendo con cierto prejuicio, especialmente de su franja de precio, vemos como a la gente de la bodega no le tiembla el pulso al recurrir al tan eficaz como poco vistoso método de tapado a rosca. Entre los detalles a los que les prestan atención se destaca el clásico corte provenzal de la botella serigrafriada. Dentro late un vino de un tela de cebolla con bellos toques asalmonados. Cuando se elige una botella blanca está claro que las mínimas sutilezas de color han sido tomadas en cuenta. En cuanto al vino per se: mucha fruta roja fresca, especialmente frutilla. Toques de pomelo y una acidez que lo hace pasar por el paladar veloz al principio pero que luego queda con el peso de boca que le aporta el Cabernet Franc.
A la gente de Las Perdices le encantan los desafíos. Juan Carlos Muñoz y Fernando Hermosilla vienen experimentando con variedades poco convencionales como la Ancelotta o un más que interesante Riesling. Por eso no sorprende esta apuesta por un Rosé tan sofisticado. Se trata de un Malbec al ciento por ciento proveniente de Agrelo, a 1030 metros. Con una maceración en frío de ocho grados y separación del mosto flor, enfriándolo a cuatro grados y dejando que decante, todo habla de una delicadeza que se recompensa en la preservación de notas frescas, frutales y de flores. Hay algo de agua de azahar pero por sobre todo se destacan las notas más complejas de frutos de carozo como la cereza. Igualmente tiene buen alcohol, incluso un poco más que su colega norteño (13,5%) que está muy bien balanceado y tampoco se nota o molesta. Buena estructura con un paso sedoso, sin duda brillara con sushi, cerdo o alguna carne ligera. El tono es claro pero vibrante, algo que buscaban destacar utilizando una originalísima botella de borgoña blanca francesa. Aquí tampoco le temen a la tapa a rosca. E incluso se permiten sugerir que, si se le da la debida guarda, podría esperar una evolución notoria en un par de años.