Sin estridencias ni egos rutilantes UCO Restaurant ha sabido hacerse de un espacio propio. De hecho «cocinar sin ego» es parte del mantra de este emprendimiento emplazado dentro del coqueto hotel Fierro. Ed Holloway es chef (con más que atendibles antecedentes en la restauración en Patagonia) , pasó por la cocina de UCO y ahora le ha cedido los fuegos a quien fuera su segundo, Sebastián García, responsable de los sabores que el restaurant ofrece en su carta de estación.
Siendo desde sus inicios una propuesta profundamente ligada al emparejamiento de comida y vinos, esta nueva carta amplía su oferta por copa, permitiendo ir cambiándolos de acuerdo a cada paso. Para las entradas se puede arrancar con un clásico inhundible de Pepe Galante, el Salentein Reserva Chardonnay, un blanco con una untuosidad ligera y mucha fruta tropical. Este carácter tan refrescante casa de maravillas con el recién llegado chupito de langostinos y calamares. Se lo sirve con una sopa sabrosa con sutil presencia de cilantro.
Otro entrante muy delicado es la burrata junto a remolachas en diversas texturas. Renglón aparte merecen las mollejas con molho verde montadas sobre una humita de cremosidad extraterrena.
Pasando a los principales es muy recomendable la pasta, en este caso unos ravioles de cabutia y calabaza con hongos en salsa de manteca. Desde las copas aquí fue menester cambiar al Pinot Noir Red Soil Manos Negras 2016 de Alejandro Sejanovich con ese tono rubí brillante típico de la cepa en Patagonia. También la carne es otro punto fuerte. Para el caso con un cabrito cocido al curanto con salsa de llatán. Por supuesto sigue vigente la célebre paleta entera de cordero patagónico junto al recién llegado y apoteósico T-Bone de un kilo, ambos rigurosamente para compartir. Tanto despliegue cárnico ya clama por tintos más enjundiosos: para el caso un Altaland Merlot 2015 también surero. Mucha ciruela y violetas secas con rotundos 14 grados de alcohol, pero que no atosigan.
A los postres se puede ir a por los clásicos como el volcán de chocolate con helado de vainilla de Madagascar o un lemon pie de puro limón (haciendo caso omiso del merengue italiano) sellado con caramelo como si de una creme brulee se tratase. Amerita una copita modosa del cafayatense Torrontés Tardío de El Esteco. Y todos contentos.