Una casa en las sierras

El espacio de nuestras escapadas siempre acaba despertando algún tipo de fantasía recurrente. Una puede ser del tipo «como me vendría a vivir acá» y la otra variante, mas terrateniente si se quiere, es «no estaría mal ponerme unas cabañitas«. Claro que, si bien el concepto de cabaña parece más viable que el de  construir un hotel, eso no quita que nuestro espacio pueda ser bastante más que un lugar agradable y prolijo donde pasar la noche. Este es el caso de Mariana Dommarco, quien orgullosamente se proclama «landlady» de su coqueto proyecto en Sierra de la Ventana: Casa Cortés.

Inquieta, la dueña de casa ha sabido reflejar ese concepto de casa amigable que ya se manifiesta desde su propio nombre, en este conjunto de cabañas dentro del Barrio del Golf. Aunque sin duda el fuerte de Casa Cortés pasa por su atención a los detalles, hay que reconocer que varios de ellos no se circunscriben específicamente a la letra menuda. Llama la atención las estructuras netas, de inspiración nórdica y que no escatiman espacio en altura. Esa misma idea se complementa con los ventanales que, en el caso de las cabañas más «pequeñas», virtualmente ocupan todo el frente. Orientadas hacia la linea serrana ganan muchísimo al sumar luz y, por supuesto, paisaje.

Por dentro ese concepto de ventana al exterior también queda claro en la cantidad de aberturas, que en muchos casos casi fungen como cuadros vivos. Y ya que hablamos de cuadros, en las paredes se pueden ver las obras de artistas de la zona que van cambiando por temporadas, merced a los buenos oficios de la gente de Isidoro, el espacio de arte de la cercana Coronel Suarez.

Casa Cortés suma y sigue con flores, reposeras coloridas, detalles de vasos y cubertería y renegando de las típicas canastitas de desayuno para volcarse a simples y ecológicas bolsas de papel madera. O con su linea de hormigas de fierro marchando en fila india por la pasarela de entrada.

Consciente de su condición de base privilegiada desde donde partir hacia el descubrimiento de Sierra de la Ventana y sus adyacencias, incluso ofrece elegantes canastas de picnic, bien surtidas con delicatessen locales.

Sierra de la Ventana es un caso particular de destino turistico. No es que sea desconocido, pero tampoco está realmente muy promocionado. Existen muchas y buenas opciones para degustar, recorrer y descubrir en su zona de influencia.

Pablo Gaggero es el locuaz dueño de una 4×4 con la que encara diversas excursiones por la zona, desde el Parque Tornquist a los más recónditos extremos de la Sierra. Para cada curva del camino tiene una historia que contar. Es un buen punto para arrancar nuestro periplo serrano.

Además de las bellezas naturales, el centro de la ciudad también ofrece algunas alternativas interesantes como la cocina de Maxi y Luis, responsables de El Molino de la Casa Azul, seguramente la más gourmet de las propuestas locales. Emplazada en la casona que le da nombre hay una buena carta, vinos elegidos con gusto y detalles encantadores como el vigilante hecho con membrillos del propio jardín del frente.

Otro punto gastronómico en la cercana Saldungaray es la bodega de los Parra. Alli se vienen produciendo vinos bonaerenses de diversos cepajes desde hace una docena de años. Andrea, la menor del clan, dirige las catas con un gran conocimiento y fé en su producto . Aunque no esté entre sus favoritos, tienen el Malbec de rigor que no defrauda y un blend de tintas como, a juicio de quien suscribe, su carta más alta.

Y, ya que llegamos a Saldungaray, no hay que perderse las obras del mítico arquitecto Francisco Salamone, quien apenas en 4 años sembró las municipalidades bonaerenses con sus operísticas construcciones. Sobrecoge el bellísimo portal del cementerio, al que tanto fotógrafo ha tratado de pintar como siniestro con tomas en claroscuro, perdiéndose  así el increíble trabajo de azulejado detrás de su gigantesca cruz.

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