Recomenzando una nueva normalidad de vacunados ya nos parece que cada momento a compartir con otros seres humanos es digno de alborozo. Sin duda, pero además de esto, qué bueno que la gente de La Celia haya elegido los espacios también recientemente liberados del Hotel Alvear para hacer la presentación en sociedad de tres de sus hijos dilectos. Cultores de un perfil muy price friendly con una cartera de productos no por eso menos elaborados da gusto ver que no se han puesto tímidos a la hora de descorrer el velo sobre uno de sus proyectos más ambiciosos hasta la fecha: celebrar lo mejor de sus pioneras viñas en tres etiquetas fuera de serie.
Para darle marco a dicha entrée estuvieron varios representantes de la bodega entre los que se destacó la responsable de la criatura, la enóloga Andrea Ferreyra. «La Celia fue la primera bodega en plantar vides en el Valle de Uco, allá por 1890 de hecho su fundador, Eugenio Bustos, fue igualmente desarrollador de la región y hasta el extremo sur de la finca está a un cruce de calle del pueblo que lleva su nombre- desgrana Ferreyra- sin duda contamos con una larga historia, además de muchas vides de excepción, así que estos tres vinos especialísimos vienen a celebrar ese mismo legado toda vez que a demostrar las capacidades de excelencia que puede alcanzar la bodega. Las 380 hectáreas plantadas de La Celia son de hecho pertenecientes a varias IG dentro del propio Valle de Uco. Hay aportes de La Consulta, Eugenio Bustos y Paraje Altamira.»
«Este proyecto comenzó en 2013 cuando decidimos ir a lo más profundo, mapeando a fondo nuestros suelos para determinar su constitución específica y ver de allí qué cepas habrían de representarlo mejor. Para ello decidimos dividir los viñedos en una serie de polígonos merced a su morfología y composición de suelos. A eso le siguió una larga serie de microvinificaciones para ver cómo reaccionaba cada cepa dependiendo de momentos de cosecha, podas o régimen de riego. Luego de esto incluso se llegó a subdividir cada polígono en parcelas y de allí surgieron cada uno de estos tres vinos excepcionales.»
El primero a ser probado fue Paraje Altamira Malbec 2017 (que, al igual que sus hermanos, fue escanciado en una coqueta copa de cristal con su nombre grabado) «Como puede verse en el arte de las etiquetas, que no sólo difieren en el nombre sino que tienen una representación de piedra presente– explica la enóloga-aquí nos encontramos un suelo con gran predominancia calcárea, bien típica de Altamira. Por tanto elegimos el Polígono Nº 13, de apenas una hectárea.» Estamos hablando de un perfil bastante filoso, con una acidez marcada y gran fineza de taninos. Claramente se ha apostado más a la tensión que a la concentración. Las uvas se cosecharon buscando frescura antes que madurez y eso se nota en el carácter de este tinto de un rojo vivaz que, contra lo que podría pensarse viendo al resto de sus hermanos, es el más vibrante de color. Esta atipicidad también se desmarca a la hora de sentirlo en nariz y en boca. Hay más flor que fruta, una tensión donde no parecen pesar los dos años de barrica. Hay muy buen alcohol y terciarios de especias.
A renglón seguido llegó el turno del La Consulta Cabernet Franc 2017. «Aquí se nota la existencia de un poco más de suelo con algo de arcillas, las raíces tienen otra disponibilidad de agua toda vez que también cuentan con más espacio para medrar antes de toparse con la piedra– «comenta Ferreyra. No en vano La Celia fue la primera bodega nacional en producir esta cepa haciéndola constar en sus etiquetas. Hay una entrada de pirazina muy «seca», como escondida al fondo de la primera nariz con mayor reminiscencia de pimienta negra que de cualquier tipo de ají. Sin embargo en boca la nota un poco más verde y cruda vuelve a por sus fueros. Tal vez esa morfología rara le venga de las llamadas de grafito y de la pólvora, tan escasa como buscada en los Cabernet Franc de alta regalía.
Finalmente llegamos al Eugenio Bustos Cabernet Sauvignon 2017. «Creímos que la zona con el nombre de nuestro fundador se merecía un representante de la cepa más famosa y competitiva del mundo del vino«- cuenta su responsable. Este tinto regio proviene de la zona de más baja cota de La Celia y también la de suelo más profundo, algo que le viene de maravillas a una variedad de ciclo largo. Es el más oscuro del trío, en clara oposición a lo que podría sostener buena parte de la biblioteca. Hay fruta negra, elegancia y largueza en boca. Es el menos austero de los tres sin que ni aún el mayor de los entusiastas le pueda descolgar un «goloso». Igual que sus compañeros de ruta tiene sus buenos 24 meses de barrica, con remontajes dignos de los cuidados amorosos de un amante y un año y medio más de botella.
«Sin duda– comenta a modo de cierre Ferreyra– no son vinos corpulentos porque están pensados para la guarda. No priva en ellos la concentración sino la textura. Lograr esa calidad de taninos en estos tres vinos (que ya tienen sus buenos cuatro años de vida) no se da en cualquier terruño. Por eso para aspirar a una buena guarda hay que buscar una buena relación de taninos, además de que éstos sean también de calidad. Estos taninos del tipo calcáreo, de granulometría fina o del tipo reactivo que están presentes en estos tres vinos, son precisamente lo que nos hace confiar en su potencial de guarda.»