Como la imagen de ese ojo eternamente observante que adorna sus etiquetas, la gente de Abito ha sabido labrarse un lugar de atención en el mercado del vino. Por eso a través de dos de sus artífices la bodega de Barrancas armó una degustación virtual para contar su historia pivotando sobre tres tintos de su portfolio.
Si bien la Finca Bautem pertenece orgullosamente a la primera región vitivinícola de la Argentina (Barrancas, Maipú) nadie había producido uvas allí hasta que ellos decidieron plantar con el norte de convertirse en proveedores de materia prima de calidad. «Así fue que desde 2010 comenzamos a producir uvas que fueron posicionándose en el mercado y acabaron en los toneles de muchas de las bodegas más importantes de Mendoza– comenta Sebastián Mayo, su director comercial- el punto fue que también hicimos algunas vinificaciones propias, más que nada como ejemplos de la potencialidad de nuestras viñas. Fueron algunas botellas sin siquiera etiquetar. Éramos conscientes de que, por mucho tiempo, Barrancas había gozado de una gran reputación en la industria y que, por diversos motivos, la misma comenzó a declinar. Así que ahora estamos embarcados en la reivindicación de la región, ofreciendo frutos muy reconocibles de este terroir.»
Esta zona cálida, que ranquea entre los 700/800 metros de cota ha dado históricamente tintos de excepción, como un recordado Syrah de Finca Flichman o las muy buenas versiones que el propio Abito ofrece en cepajes como el Cabernet Franc y el Petit Verdot.
«La Finca Bautem está emplazada sobre el lecho del Río Mendoza, lo que le brinda suelos aluvionales con combinación de piedras y arena, algo que certifica un buen drenaje y en este caso, cierto grado de homogeneidad– continúa tomando la posta Sergio Montiel, enólogo de la bodega- A esto se suma que todos sus vinos son single vineyard precisamente por provenir exclusivamente de esa finca. El no descuidar los aportes técnicos ha conseguido que Abito cuente con los últimos recursos, como fotografía satelital, drones propios con tecnología Taranis o paneles solares para proveer de energía al sistema de riego. Todo esto también busca causar el menor impacto ambiental posible y ayudar a la región, al punto que los excedentes de energía producida son direccionados a las comunidades vecinas.»
Arrancamos degustando La Juventud. «Éste es un Malbec 2020 de impronta eminentemente fresca– continúa Montiel–y hemos tenido un manejo muy cuidadoso de la canopia para protegerla de la insolación, buscando preservar la fruta. Por supuesto fue criado en tanques, sin contacto con madera.» Es un tinto de un rojo vibrante, profundo y de taninos dulces. Con cuerpo medio tiene un buen largo de boca y un alcohol presente pero bien integrado.
Después llegó el turno del Malbec Reserva también 2020 pero ya con 8 meses de barrica francesa de segundo uso «Aquí combinamos canopia más control de riego– afirma el enólogo- todas las uvas provienen del Cuartel Nº8 y fueron cosechadas manualmente en bins. En la medida que la sanidad lo permita priorizamos el uso de levaduras indígenas.» Aquí ya estamos ante un vino más complejo que sin embargo no deja de sentirse fresco. Hay algo de notas de torrefacción en la primera nariz y cierta sucrosidad.
Finalmente fue el momento de probar el Gran Abito Malbec 2017. «En este caso es un Blend 60% Malbec, 25% Petit Verdot y un cierre de 15% de Cabernet Franc- explica Montiel– aunque no todos los años es la misma proporción (de hecho en su encarnación anterior el Cabernet Franc llevaba la voz cantante). El Malbec proviene exclusivamente del Cuartel Nº6.» Posee muy interesantes notas de ahumado y un alcohol bien marcado que aporta a la fruta tipo guinda un suave dejo de confitura. Hay terciarios de chocolate e higos. Como el resto de sus colegas, aprovechando su condición de productores de uvas de calidad, Abito ha tomado la sabia decisión de usar dicha ventaja a favor de precios de best buy en todas sus líneas.