Dando vueltas alegremente alrededor del Día del Malbec, Terrazas de los Andes decidió presentar la nueva añada de su icónica serie Grand haciendo hincapié en el incipiente homenajeado. Yendo y volviendo a la virtualidad, su enólogo Gonzalo Carrasco propuso una cata del Terrazas de los Andes Grand Malbec 2018 con el interesante agregado de poder degustar su tres componentes por separado en prácticas botellas de 187 cm3.
Desde su creación en 1996 el ícono de la bodega ha ido cambiando tanto de nombre como de composición. Al principio fueron los Afincados, mutando luego hacia los Single Vineyards para terminar recalando, apenas el año pasado en los Grand, assemblages netos de cada cepa pero con aportes de las mejores parcelas de Terrazas. «Sentimos que esta combinación es la mejor forma de representar el paradigma de nuestra bodega– Arranca Carrasco– vemos en la conjunción de estos tres componentes de nuestros suelos en altura un fiel reflejo del potencial de cada cepa.»
Decíamos que, a tono con las celebraciones, se eligió darle protagonismo a este nuevo Grand Malbec aunque también quedaron a disposición sus hermanos dedicados al Cabernet Sauvignon y al Chardonnay respectivamente. Lo novedoso fue proveer a los invitados con sendas muestras de los vinos que componen el corte para poder apreciar su aporte por separado y luego catar el resultado de su unión. «En rigor de verdad– continúa el enólogo- se trata de muestras 2019 pero nos parecieron, de todos modos, bastante representativas de los componentes que usamos en este último Grand Malbec.»
Arrancamos con la muestra de Finca Las Compuertas, de la zona homónima. Claramente aquí se nota una búsqueda de taninos de gran suavidad y «dulzura». Hay una primera nariz que recuerda a los caramelos duros y toques florales de rosa. De esta área, asentada a 1070 msnm, se esperaba que brinde amabilidad y elegancia, cosa que cumple.
A renglón seguido fue el turno de Los Castaños, saliendo de Luján de Cuyo para pasar a Valle de Uco, de donde no volveremos a salir hasta cerrar el corte. Los apenas 30 metros en que se sube la cota no parecen tantos, pero no es allí donde se hace la diferencia sino en la conformación de los suelos del Paraje Altamira. El calcáreo va a ser el gran protagonista sumando equilibrio con sutiles notas oxidativas y aportes a una nariz de violetas y frambuesas.
Por último y no menos importante pasamos a buscar los bríos de Los Chacayes. La Finca Licán hace su aporte principalmente en el rubro estructura. Con sus 1200 metros en altura y un suelo mixado de arena y elementos pedregosos vemos cómo se manifiestan notas más salvajes, toques más maduros de especias, fruta y chocolate.
«Ahora que hemos visto a los protagonistas– retoma Carrasco– también tenemos que tener en cuenta que ese respeto por el aporte individual no se reduce al origen. Quiero decir que cada elemento ha sido macerado y madurado por separado y con gradaciones muy especificas en el tratamiento de su madera. De hecho, una vez que todo se prepara para armar el Blend, tanto Marcos Fernández como yo, vamos y volvemos sobre las muestras para terminar con el corte definitivo. E inclusive cuando ya lo tenemos maduramos en corte con sólo un 35% de madera nueva. Buscamos que sirva para redondear pero aspiramos a un aporte discreto del paso por barricas.»
El resultado final es 40% Altamira y un cierre a partes iguales de Las Compuertas y Chacayes.
Llegado que hemos al Grand Malbec resulta esclarecedor haber recorrido los orígenes de su conformación. Se trata de un vino con, al principio, más flor que fruta. Hay violetas y rosas secas con notas frescas, herbales y especias ligeras. Ya en boca comienzan a aparecer ciruelas y el grafito típico de Altamira con un perfil elegante, largo y vibrante. «Aunque tenga un excelente potencial de guarda– sostiene Carrasco– creemos que es un producto para el ahora. Tenemos la ventaja, por nuestra forma de producir y nuestro clima cálido, de no tener que crear grandes vinos llenos de rispideces que el tiempo y la estiba habrán de domeñar. Todo nuestro trabajo apunta a la amabilidad y no contar con que justamente el tiempo se encargue de limar asperezas. Soy de la idea de que el vino se construye bajo el sombrero y que, desde allí, el tiempo apenas sea una factor de cambios de un producto completo.«