La reciente visita de Massimo Bonfigli, Director de Ulysse Nardin para América Latina, fue una excelente excusa para repasar la historia de la marca. Pero no vino solo, trajo consigo una de las 18 exclusivísimas piezas de un nuevo cronógrafo marino. Ésta no fue la primera vez que el Sr Bonfigli visita la Reina del Plata, de hecho tuve el placer de conocerlo hace algunos años cuando vino a presentar otra pieza tan rara como este Grand Deck Marine Tourbillon. Y aquí cabe acotar que estamos utilizando el término «raro» en sus dos acepciones: tanto por escaso como por inusual. Se trataba del Diavolo, otro modelo de Ulysse Nardin que renegaba de las agujas.
Sin duda que en sus 170 años de historia la marca ha tenido sus momentos de innovación pero también de presentar series más convencionales.Pero siempre con un enorme reconocimiento de sus orígenes como proveedor de elementos de navegación. Claramente abrevando en esta tradición, verdadero factor fundante de la manufactura, el Grand Deck sorprende ya desde su absoluta carencia de agujas (a diferencia del otro modelo que nombramos columna arriba que, si se lo pensaba un poco, era quizás una suerte de aguja solitaria y gigante). La hora está en una ventana en posición cenital por medio de una sistema “jumping” pero su gran innovación parte de su minutero también de anclaje a las 12 en forma de botavara. Éste es un dispositivo retrógrado impulsado por un sistema de poleas que tiran de una nanocuerda de Dyneema, el mismo material que se utiliza para las cuerdas de velero. Esta verdadera novedad mide apenas unos 0,0357 mm de diámetro, mucho menos que un cabello humano y es, por increíble que parezca, más fuerte que el acero.
Lo más parecido a una aguja está en su bello tourbillon volante de sesenta segundos en eje vertical. Por supuesto que tamañas complicaciones consumen mucha energía y es por eso que el Grand Deck propone otra solución que lo destaca: un sistema de doble barrilete. Uno alimenta el calibre y el otro la complicación. Como cierre el fondo es de marquetería, pequeñas tablitas de madera montadas a mano que representan la cubierta de un velero antiguo visto desde el punto del vigía. Sólo se habían hecho 18 piezas en oro blanco que fueron vendidas casi de inmediato. Por suerte para los enamorados locales de estos relojes imposibles Ulysse Nardin volvió a crear otras 18 piezas esta vez con caja de platino.