Parafraseando a Lang, la historia de María Isabel Mijares García Pelayo también parece haber abrazado la vía ascendente aunque deteniéndose antes de llegar a la Luna. La épica de esta renombrada enóloga española ha recalado en las extremas cotas de Cachi para asesorar la concreción de vinos de altura en el Norte Argentino. Ante la imposibilidad de verse acompañada por su colega Luis Asmet en ella recayó la responsabilidad de presentar una selección de etiquetas de Bodega Puna.
La cita fue en la Casa de Salta porteña y pivotó entre el formato conferencia de prensa y una cata guiada por demás sui generis. «Hace mucho tiempo que me dedico al vino– arrancó Isabel– ya andaba por las viñas por finales de los sesenta siendo a mi vez la primera enóloga de España. Ciertamente aquel era un mundo de hombres y tuve que lidiar con todo tipo de prejuicios, desde aquellos que insistían con que los llevara con mi jefe (cuando la jefa era yo) u otros que, al recaer en mi titulo de Química, se sorprendían porque fuera más bonita de lo que ellos esperaban de una especialista en tal tema. Sin embargo, más allá del anecdotario, la cosa nunca pasó a mayores puesto que yo me había hecho de una formación muy sólida y éste era un rasgo que enseguida acababa imponiéndose. El haber estado desde aquel momento me dió una perspectiva privilegiada de los cambios de la industria del vino moderna y muy especialmente, de su comunicación. Llegue a vivir el despertar de la crítica de vinos, ganando cada vez más lugar en los grandes diarios nacionales hasta la proliferación, apogeo y caída de las revistas especializadas mientras que ahora contemplo la convivencia de algunos medios gráficos junto a la explosión del fenómeno de redes. Y si de algo me he venido percatando durante todo este periplo es que no se comunica el vino igual en todos los medios. Puede que las redes lleguen a muchísimos lectores, pero ciertamente no será el público de un imberbe influencer quien acabe comprando una etiqueta de renombre. Así y todo esta convivencia puede resultar enriquecedora y debemos prestarle atención.»
«El tema de la altura es algo que encuentro fascinante. Pertenezco a una asociación europea de la especialidad que considera el inicio de la misma en los 500 msnm. Por supuesto que en la Argentina las zonas de producción suelen estar mucho más allá, y ni hablar de Cachi, con sus 2600 metros. Pero también debemos dejar en claro que, además de ciertos rasgos que parecen intrínsecos a la producción en extrema altura, aún no tenemos una base físico-científica que explique en su totalidad los fenómenos que hacen que los vinos de estas zonas difieran dramáticamente de las expresiones de las mismas cepas en cotas menos empinadas. Como científica me encantaría investigar estas características y poderlas ubicar con precisión. Si bien esto no estaría pasando, sí asumimos el desafío de producir vinos de todas maneras y asistir a desarrollos que sólo podemos manejar de forma empírica, en base al viejo método de prueba y error.»
Justamente para ir desgranando esa experiencia se comenzó a catar los vinos de Puna, tres versiones de Malbec y un Torrontés. «El Puna Malbec 2021 es un tinto de gran intensidad, donde hemos decido obviar por completo el paso por madera– cuenta Mijares.» Aquí nos encontramos con una versión de la cepa muy potente de alcohol y de fruta, con reflejos entre rubí y violeta en el color y una llamativa limpidez.
El segundo lugar fue para el Puna Malbec Reserva 2020. «Aunque aquí comenzamos a sumar un paso por madera queremos aclarar que se trata de barricas con varios usos, puesto que la experiencia nos ha enseñado que este tipo de vinos no se expresan muy bien con una madera pungente.» El salto es por demás apreciable, tanto en valores como en expresión. Ciertamente hace un mundo de diferencia con su antecesor pero con mucha especia dulce y taninos bien presentes.
Cerrando los tintos fue el momento del tan célebre como escaso Puna Malbec Gran Reserva 2018. Es una pieza notable, aunque las presiones económicas de sacarlo al mercado ASAP hace que se apresuren los tiempos que incluso sus propios creadores estarían aconsejando. No cabe dudas de que es un gran vino, con características distintivas pero que habría que esperar un par de años en botella para que represente de manera cabal su salto de categoría.
Finalmente, y contra todo pronóstico, terminamos hablando y probando el Puna Torrontes 2021. Aquí se da un ejemplo por demás atípico, donde se puede ubicar el amargor distintivo de nuestra cepa pero con ligereza y una preponderancia de notas de espárrago que remiten inmediatamente a otro blanco en lo altísimo, el Tukma Sauvignon Blanc 2670. Con la diferencia de que el Puna Torrontés está al principio de la escala en cuanto a precios se refiere, es un buen ejemplar donde seguir ejerciendo el empirismo del que tanto hemos estado hablando en estas líneas.