Siendo ya no una de las bodegas sino de las empresas más longevas del país no cabe duda de que Bodegas Lopez ha tenido tiempo de desarrollar una tradición entrañable. Si a eso le sumamos que ésta no es precisamente una marca dispuesta a seguir los bamboleantes designios del mercado se entiende que la historia en su forma de hacer tenga un peso específico significante en su prédica. Sin embargo, desde el arte de las etiquetas hasta la inclusión de nuevos estilos, asistimos a una evolución que, sin renegar del pasado, tiene ambos ojos mirando hacia adelante.
Estas reflexiones parecen pertinentes a la hora de presentar a su último opus, el Petit Montchenot, una versión juvenil del famoso Blend. Sobre el tema pudimos hablar con su responsable, el enólogo Juan Pablo Díaz. «Lo que quisimos hacer con este vino fue introducir a un público más joven dentro de la línea Montchenot, un estilo no tan fácil de entender, que necesita de cierto conocimiento previo si se quiere. Buscábamos algo que corriera en paralelo, siguiendo un poco las características por las que se destaca: suavidad y delicadeza en boca. Para eso teníamos que lograr un vino con notas mucho más juveniles, más frutales, más características del varietal y no tanto del añejamiento pero que también poseyera esos taninos super amalgamados, delicados. Hicimos varios ensayos con varios Blends distintos hasta llegar a la conclusión de que para seguir en ese perfil el Cabernet debería estar muy presente por lo que optamos por un 50%. Y con la idea de suavizarlo un poco pusimos otra mitad de Malbec. Primeramente los elaboramos por separado pero no lográbamos un Blend joven con taninos sedosos puesto que es sabido que a los taninos del Cabernet les lleva tiempo madurar y suavizarse con lo que resultó que, o te empezabas a pasar de roble o comenzabas a encontrar las características de un Montchenot clásico, principalmente en nariz. Al final lo solucionamos mediante la cofermentación. Volcamos primero el Malbec, dejándolo fermentar en el tanque durante dos días para que el sombrero se arme bien compacto y por encima de esto agregamos el Cabernet. Fijate que aquí no hay grandes extracciones, los colores son bien sutiles. Es un poco la idea de representar estilo pero con un color que denota su juventud. Esto lo conseguimos haciendo remontajes muy delicados donde buscamos mantener en contacto constante los hollejos del Malbec que están debajo con el líquido por lo cual los taninos del Cabernet se extraen a través de movimientos muy suaves. Y todo para conseguir una boca bien sedosa que, al momento del descube, resulte en un vino mucho más ensamblado. Luego pasamos al añejamiento en fudres de 4000 litros recién cepillados. Y seguimos fiel a nuestro estilo, que haya contacto con roble pero en grandes capacidades, que no sea un impacto sensorial muy grande el de la barrica, que no pase a ser protagonista sino parte de la complejidad del vino. Lo que buscábamos: características más frescas y frutales en boca, nada de extracción extrema y respondiendo a la línea Montchenot que siempre es sinónimo de mucha suavidad, mucha sutileza en boca. Creo que ésta es una etiqueta que nos va a permitir presentar la línea a un público más joven para poder explicarles todo lo que es la complejidad de aromas terciarios de un vino como es el Montchenot en sus versiones de 5, 10 o 20 años.»
Yendo al vino en sí mismo se trata de un Blend mitad y mitad entre Malbec de Agrelo, a 1100 msnm de viñas plantadas en 1927 junto a un Cabernet Sauvignon de Cruz de Piedra. Hay menor cota (870 metros) y menos longevidad con plantas que datan de 1993. De cualquier modo se entiende que se está trabajando con viñas añosas lo que es certificado de calidad sostenida.
Una de las cosas que más llama la atención es el arte de una etiqueta juvenil pero elegante, que recurre incluso a una contraetiqueta con su propio comic, que funciona más desde lo puramente estético que por su guión (aunque uno no puede dejar de notar que el personaje mayor tiene una enorme resemblanza del querido colega Miguel Brascó, a la sazón un verdadero amigo de la casa para varias generaciones de los López). Esta etiqueta nos hace pensar también en una de las más disruptivas incorporaciones recientes de la bodega: un Chateau Vieux Malbec que renunciaba al sempiterno amarillo de la línea tanto como a las notas oxidativas típicas del Estilo López. Justamente se siente un aire hermanado entre ambas propuestas al punto que pondrían en un brete, catando a ciegas, a la hora de reconocer a qué bodega pertenecen. Hay una muy interesante sencillez en la primera nariz, de flores secas y tímida de fruta que después en boca se manifiesta en una estructura presente pero que no avasalla. Me atrevo a decir que la clave de toda la experiencia remite al término sutil. Un rojo vibrante con apenas meniscos terracota, una nariz que habla de suavidad y unos taninos redondos, amables, indiscutibles heraldos de la tradición Montchenot.