Ciertamente el whisky ha recorrido un largo camino desde que un ignoto monje en un aún más ignoto paraje de Irlanda (polemicen los que tengan ganas) decidió echarle un trago al impío brebaje que usaba como reconstituyente de su mula. Justamente esta falta de precisión onomástica dio por resultado que se optara por la convención de festejar su día el tercer sábado de mayo. Imbuída de ese espíritu festivo la gente de Pernod Ricard armó una elegante previa en Anasagasti Bar.
Sin duda que el ámbito señorial de la casa estilo Tudor que alberga el reconocido espacio de coctelería resultó perfecto para un encadenamiento de propuestas con las diversas encarnaciones del celebrado elixir. La división en tres ámbitos del Anasagasti fue ideal para una suerte de viaje (con hasta su propio pasaporte incluído) entre las distintas expresiones del whisky que pueden hallarse en el muy bien provisto portfolio del gigante de los destilados.

El derrotero que no habría de dejar a nadie con sed arrancó por la planta baja, donde prima una barra con detalles en bronce y donde tuvieron protagonismo dos recién llegados: el profusamente ahumado The Deacon y el ultratejano bourbon TX Whiskey. Para dar cuenta del primero se ofreció un clásico Penicilin mientras que para el segundo se eligió un no menos tradicional Old Fashioned.
Sellada que hubimos nuestra primera escala fue el momento de que Roisbert González, ambasador de las marcas en cuestión, hiciera un poco de docencia. Como en una suerte de educación sentimental espirituosa se invitó a los presentes a catar tres muestras de diversos orígenes totalmente a ciegas para ver si conseguían dilucidar perfiles y geografías. Para alegría de los anfitriones la prueba cerró con un buen número de aciertos.
Finalmente se pasó al último piso, donde también había barra y tuvimos la posibilidad de probar otras alternativas con aportes de la escudería como el best seller irlandés Jameson o un whisky sour de Ballantine’s 7 años Bourbon Finish.