Si en algún momento fue difícil aceptar la reciedumbre de los tintos de altura que llegaban desde los Valles Calchaquíes qué se podría decir de la cercana Jujuy, donde la cota de las zonas de producción campea cómodamente en los 2500 msnm. Ahora bien, si pese a una reconocida evolución general hacia expresiones más elegantes y equilibradas aún se sienten los coletazos de esos prejuicios, nombrar a la mismísima Quebrada de Humauaca parece volver a convocarlos en alegre montón.
Y sin embargo allí fue donde Fernando Dupont decidió darle un volantazo a su vida y a su perfil profesional. “Aunque mi formación es la de Ingeniero Agrónomo, apenas me recibí el trabajo me llevó bien adentro de las llanuras pampeanas -cuenta el ahora bodeguero- Había llegado a la Quebrada paseando en moto y poco a poco me fui enamorando de la zona hasta que, cuando me planteé un cambio en mi vida, venirme aquí comenzó a ser una alternativa cada vez más posible. Varias cosas se fueron alineando: disponer de alguna liquidez despues de la venta de Dupomar, el laboratorio de nuestra familia y la posibilidad de comprar una finca en Maimará. Aquí hay dos problemas de índole muy distinta a la hora de tratar de comprar tierra. Primero existe mucha informalidad, es difícil que los papeles estén disponibles, hay mucha cosa de facto a nivel familiar y eso te puede meter en una madeja interminable a la hora de cerrar una sucesión. Y la otra es la escasez de agua. Muchos emprendimientos se han establecido en las márgenes del Río Grande, pero soy de la idea de que ese grado de humedad no es lo ideal para producir uvas de calidad. Bien, finalmente tanto los papeles como el agua (conseguimos perforar un pozo en la finca) estuvieron y con la ayuda agronómica del ingeniero Prates y el expertise en vinos de altura de Marcos Etchart pegamos el salto en esta aventura.»El reconocido winemaker no pudo evitar hacer el chiste sobre cómo hacer un pequeña fortuna en el mundo del vino (arrancando con una grande para después menguarla) antes de disponerse a hacer realidad la primera bodega de la incipiente IG.
Hay que tomar en cuenta que la geomorfología de la Quebrada es muy particular y forma una especie de corredor para los vientos y una suerte de desagüe de los ríos cercanos que recolectan con dramática contundencia e inmediatez la lluvia de un radio de 150 km mientras que allí propiamente caen escasos 120-150 milímetros por año. Eso trae como consecuencia una gran amplitud térmica con, por supuesto, muy buena insolación en un suelo que necesita, literalmente, de una barreta para plantar de tanta piedra. El resultado en general, es de vinos con un alcohol alto, pero muy bien integrado, más flor que fruta y una refrescante mineralidad merced al perfil del suelo. Este es un proyecto exclusivamente de uvas tintas que abarca poco menos que cinco hectáreas donde se produce Malbec, Syrah, Cabernet Sauvignon y Cabernet Franc para sus cuatro líneas. Con la excepción del Sikuri (100% Syrah) son todos vinos de corte, incluyendo su escasísimo rosado Rosa de Maimará. Con una producción de 30 000 botellas en total podemos decir que todas sus líneas quiebran stock antes de que la nueva añada aparezca en el mercado. Sus dos líneas más conocidas son Punta Corral y Pasacana y ambas barajan estas cepas y están bautizadas orgullosamente en honor a hitos de la Quebrada. Punta Corral es el nombre de la virgen local (en una zona donde las vicisitudes del destino están a la orden del día se hacen muchos devotos) y Pasacana es el nombre de la flor y el fruto de los cardones que pululan entre las viñas. Teniendo en alta estima cómo se da el Syrah en la zona, el primer blend lleva partes iguales con el Malbec más un 20% de Cabernet Franc. El Pasacana, por su parte, tiene un gran protagonismo del Malbec con un 80% completando con Cabernet Sauvignon y Syrah con un paso de 18 meses por barrica de roble francés de primer uso.