Una oferta interna muy activa, los desfasajes de la devaluación y un cierto ombliguismo han dado por hecho que se conozca poco del panorama del vino allende las fronteras. Y aunque estudios han determinado que el aficionado local no es muy afecto a probar cosas nuevas, existe una franja de entusiastas del vino que siempre están a la búsqueda de completar su educación.
Ojo avizor con esta, aunque acotada, real demanda, la gente de Finca Flichman nos invitó a conocer alguna de las ofertas de su portfolio de importados. La cita fue en sus oficinas de Belgrano con una mesa bien servida con platos pensados para acompañar a los vinos de la entente.
«El hecho de pertenecer a un grupo internacional como Sogrape nos permite tener acceso a los otros vinos que se producen dentro del mismo sin la obligación de mover determinados volúmenes que volverían antieconómico cualquier intento importador– comenta el anfitrión de la velada y CEO de Flichman, Gastón Lo Russo– Por eso decidimos probar varios de esos productos entre gente de la bodega, sommeliers y clientes para decidir cuales podrían ser los mas representativos e intentar comenzar a darlos a conocer en nuestro medio. La idea fue seleccionar algunas etiquetas de las bodegas que forman Sogrape y presentarlas en reuniones como esta y, por supuesto, comenzar a comercializarlas.»
Para el caso Finca Flichman ofreció un panorama con cinco vinos de España, Nueva Zelanda y Chile más cuatro espectaculares Oportos portugueses.
La mecánica fue bastante sencilla: se arrancó con los blancos con la mesa servida para luego pasar a los tintos y cerrar la velada con los fortificados y cada bodega fue presentada con un pequeño video introductorio.
Abrió el juego Framingham de Nueva Zelanda con su Nobody’s Hero Sauvignon Blanc 2017. Ya desde el vamos su video parece más una producción de MTV que un institucional de bodega. Mucha gente haciendo pogo (todos miembros de la empresa) y siempre de fondo su dueño con una marcada resemblanza de Patricio Rey. Se trata de una versión 100 por ciento varietal con aportes de cinco viñedos de Marlborough que suman a un perfil que sorprende con una nariz sumamente frutal con notas de leechi y ruda, pero que en boca resulta seco y fresco.
Si los kiwies estuvieron rockeros los españoles de Santiago Ruiz hicieron gala de un profundo conservadurismo de provincias. No en vano al patriarca se lo reconoce com el padre del Albariño y fue presentado sin mayor glamour por una de sus hijas. La etiqueta ostenta un plano a mano alzada de las míticas Rias Baixas gallegas y el producto es un vino de una ligereza y tensión excepcionales. Mucho caramelo, regaliz y fruta blanca, especialmente ananá y una mineralidad que le da equilibrio a esa nariz tan explosiva del arranque.
Seguimos en España para movernos ahora hacia el interior de las áridas comarcas que conforman Rioja. Aquí con dos ejemplares de Bodega LAN , acrónimo de Logroño, Álava y Navarra. Primero un Crianza 2016 con un rotundo 97% de su reconocido Tempranillo y apenas un toque de Mazuelo. Se trata de un vino sedoso y potente, pleno de notas de tabaco y cuero que parece allanarle el camino a un totalmente logrado Gran Reserva 2010 que replica higos y frutas negras con un arsenal muy nutrido de notas evolutivas nobles merced a 24 meses de paso por barrica mixta. Este es un desarrollo exclusivo de la bodega, donde las duelas son de roble americano mientras que tapa y fondo son franceses. Y, para completar, 36 meses en botella antes de salir al mercado.
El rubro vinos se completó con una etiqueta de una de las bodegas más antiguas de Chile, Viña Los Boldos. Para la ocasión probamos un Chateau Los Boldos Gran Reserva Carmenere 2017 que quizás no se benefició de su ubicación detrás de dos monstruos de concentración como sus primos riojanos. Sin embargo hay que reconocerle sus virtudes y fue muy ponderado por un buen equilibrio entre nariz y boca, sin las rispideces que muchas veces malogran a los ejemplares más representativos de la cepa, por supuesto debido a su largo paso por madera. Hablando de lo cual queda muy llamativo una suerte de seco de talco que persiste con buena acidez.
A los postres, literalmente, le llegó el turno al cuarteto de Sandeman. La bodega de Oporto cuenta con la bonita conjunción de estar entre los más premiados y los más vendidos. Siempre es un placer acceder a estos productos nobilísimos y esta no fue la excepción. Tuvimos un Ruby para el arranque. Posee la estructura más ligera del grupo y se beneficia de una temperatura de servicio apenas refrescada. A renglón seguido fue el turno de un Tawny LBV 2015. Cuando se le pone fecha a un porto es porque se lo considera vintage, un ejemplo excepcional de una producción destacadísima. Gana en complejidad y estructura y posee mayor ligereza que los Tawny sin fecha. Y también tiene la desventaja de que debe ser consumido entre los dos o tres días de abierto. Los que si aguantan bastante más son los Tawny con aeging de décadas como los dos que cerraron la velada. Se trata de un 10 y un 20 años plenos de notas melosas, con un largo licoroso y un peso en boca que, mandatoriamente, invita a la ensoñación y la charla de una sobremesa interminable.