Naturalmente

Ernesto Catena ha tenido desde siempre un gran respeto por los usos y costumbres propios de la Tierra y de como los entendían las culturas que nos precedieron. Y eso se refleja en sus vinos y en la prédica de alcanzar una expresión sin artificios. Así surgieron los vinos orgánicos de la serie Animal, la transición de los Siesta hacia una versión enteramente biodinámica y ahora su primera incursión en el vino natural con Amici Miei.

 

Básicamente el cultivo orgánico se puede definir como un proceso donde no se acepta el uso de plaguicidas o fertilizantes sintéticos. La biodinamia va un paso más allá no sólo omitiendo dichos insumos sino sumándole además el respeto por ciertos ciclos astronómicos y la incorporación de preparados de inspiración homeopática. Sin embargo, dada la propia idiosincracia de elementos activos y en constante mutación del vino, ambas expresiones no renegaban del agregado de sulfitos para estabilizarlo. Por supuesto con una reducción dramática del volumen de los mismos. Bien, el derrotero de Ernesto Catena llegó finalmente a su expresión más despojada presentando un vino sin filtrar y sin ningún sulfito: el vino natural.

 

Teniendo en cuenta el respeto por las tradiciones que siempre fue una constante a la hora de encarar la creación de sus vinos, no sorprende que en su primera incursión en este estilo el winemaker también haga alusión a muchas de las figuras recurrentes de su propia historia. El nombre Amici Miei fue algo con  que siempre esperaba bautizar a alguno de sus proyectos. La elección de los varietales: el Petit Verdot pero, especialmente, la reivindicación de la italianísima Barbera. Incluso el nombre de la pequeña bodega «Stella Crinita» (Estrella Fugaz) con el que fue rebautizado «El Buho», vuelven a mentar los orígenes de su familia.

 

Yendo al producto en sí, y  como ya ha pasado con otras innovaciones dentro de la paleta de propuestas de la industria vitícola, lógicamente se desmarca cuando detrás hay un gran profesional. El Amici Miei tiene claro su carácter de vino joven, al que la falta de estabilizantes destina a una vida breve. Hay mucha fruta, especialmente mora y grosellas (bien representativas de la Barbera) pero el carácter tosco del varietal ha sido domado por la incorporación cofermentada de un mayoritario 55% de Petit Verdot y un paso de siete meses por barricas de roble francés con mucho uso. Aquí sólo se busca redondear taninos  y aportar elegancia al conjunto. Aunque cuenta con un porcentual de 13,3 grados se le nota un leve toque alcohólico por lo que se podría sugerir una temperatura de servicio ligeramente menor al standard, más a 16 que a 18 grados.