A los amantes del whisky, especialmente en su versión escocesa, no se les escapa la impronta indiscutible y casi mágica del lugar y los implementos que esa denominación le ha dado al mundo. Incluso se abjura de hacer cualquier movimiento dentro de una destilería y se trata de, si llegase a hacer falta cambiar de ubicación, por ejemplo, un alambique dejarlo hasta con sus propias telarañas intactas. Y pese a todos los supuestos de esa inmovilidad estatuaria, muchos han tratado de replicar ese espíritu en los sitios más variopintos e incluso hasta en nuestro país ha llegado a arraigar la idea de producir whisky.
La Alazana, el proyecto que Néstor y Lila Serenelli crearon en Lago Puelo, Chubut, apenas hace 14 años es un ejemplo de esos intentos al otro lado del mundo que se ha ido afianzando poco a poco atreviéndose incluso a una serie de variantes dentro de su producción. Y como acompañante de ese derrotero, el responsable de Whisky en Buenos Aires, Hernán Padial ha tenido una importante influencia a la hora de predicar el credo del whisky patagónico. Prueba fehaciente de ese recorrido fue la cata en la que presentó la tan escasa como esperada etiqueta La Alazana Sherry Cask Matured con potentes 50 grados. Como no es bueno que el whisky esté solo (y aprovechando la sinergia y buena onda con La Casa del Habano) se armó una cata maridándolo con un habano de la línea Bolívar en su sede de Palermo.
La idea fue abrir la velada con un cóctel de whisky y vermouth rosso y una picada para hacer base junto al Royal Corona, el nombre al que responde el robusto de Bolívar.

«Estamos ante un whisky especial y muy escaso– arrancó Paidal – Pensemos que La Alazana es un proyecto familiar que arranca en 2011 y que para empezar a hablar de whisky tenemos que considerar una maduración de tres años. La destilería ha ido replicando su línea base con una interesante variedad de expresiones. En este caso vemos cómo unas pocas barricas de jerez dieron este excelente whisky luego de unos 9 años. Había que elegir entre seguir esperando para sumarlos como línea o salir ya con una edición exclusiva. Y este fue el caso. Aquí tenemos un whisky que ha detenido su ajuste de alcohol en los 50 grados (cuando por regla general se lo deja en 40) lo que conlleva la preservación de ciertos elementos de sabor. También se ha hecho el corte un poco más abajo del corazón durante la destilación a este mismo fin.»
Este Sherry Cask luce un dorado profundo (un color a pura barrica puesto que la destilería decide, aunque está permitido, hacer caso omiso del uso de caramelo para ajustar el tono). El maridaje con un habano de territorio fuerte juega muy bien con la intensidad del whisky. Se percibe la presencia oxidativa y apenas «dulce» de la barrica con notas ligeras de ahumado aunque predominan los toques frutales y cítricos.