Eran los primeros setentas cuando se usaba la pata de elefante y el vino alcanzaba su pico de consumo máximo en la Reina del Plata. Además, de aquellos míticos 92 litros por cabeza por año, pocos recuerdan una preeminencia de blancos que ciertamente hoy también suena a leyenda. El mismo motivo que se desprende de la conformación de ese volumen justifica y nos hace entender dicha preeminencia. Hace cincuenta años la demanda se conformaba de cantidad antes que de una fina sensibilidad varietal. En este ámbito resulta lógico el lugar que fue desarrollando una cepa blanca, fiel , rendidora y sin demasiadas vueltas: el Semillón. Y aunque ya por 1976 Canale lo ofrecía directamente como varietal, el Semillón fue columna vertebral de muchos blancos sin tanta prosapia. Hoy, en plena reivindicación de las cepas patrimoniales, muchos winemakers recurren a este varietal desde Cuyo hasta la impensada Córdoba.
Hablábamos del recordado Canale y en la actualidad también suena el nombre de la versión que Roberto de la Motta le dedicó con su Mendel. Sin embargo el abanico de virtudes que se le reconoció al Semillón ya desde el vamos han hecho crecer unas cuantas apuestas muy diversas con la impronta de sus respectivos intérpretes.
«Además de su practicidad y buena resistencia lo que me atrajo de la cepa es su capacidad expresiva-explica Manuel González Bals, enólogo de Andeluna– somos una bodega que se reconoce como creadora de vinos de montaña y encontramos, en este viñedo de 40 años en El Peral, un blanco que merecía sumarse a nuestra serie de Edición Limitada. Esta es la segunda vez que presentamos el Semillón y creo que hemos logrado hacer que no se sienta apenas como un blanco más. Para nosotros es un desafío, la búsqueda de expresar algo genuino y por eso hemos desarrollado una producción que trata de encontrar un equilibrio entre los métodos tradicionales y las nuevas tecnologías, entre la raíz europea y la expresión de un vino del Nuevo Mundo que surge de un piedemonte en Tupungato a 1300 msnm. Para ello recurrimos a una crianza en esferas de cerámica italianas además de los tanques de acero inoxidable con un toque final de barricas de roble con mucho uso.» Este Andeluna Semillón 2020 Edición limitada es una pieza de gran elegancia y recurre a las características más evanescentes de la cepa. Haciendo gala de un bello color amarillo claro y de una limpidez atípica, se lo destaca en la botella Cartier completamente translúcida de la línea, adornada incluso con una medalla de bronce. Hay una primera nariz de flor y fruta blanca mientras que en boca se constata una acidez refrescante que ayuda a la integración de la carga alcohólica. Cierre con un mínimo toque de espárragos. Gastronómico, seguro será compañero ideal de cualquier pesca blanca.
«Cuando en 2018 decidimos incursionar en los blancos el Semillón fue una de las primeras opciones que me vinieron a la mente- desgrana Cristian Moor, encargado de la enología de Corazón del Sol –quería reivindicar de alguna manera la cepa para hablar de por qué los enólogos anteriormente la usaban tanto. Con la tecnología actual y algunos conocimientos más que hemos ido acumulando con los viajes y la experiencia que de ellos surge empezamos a aprender y conseguimos una evolución que nos lleva a las expresiones con las que podemos contar ahora. En este caso particular la uva proviene de Tupungato, aunque de dos zonas distintas. La mitad es de El Peral, de la parte alta pegada a Gualtallary. Es una viñita vieja, de espaldero bajo de cerca de 80 años (de hecho no se sabe bien la edad porque la maneja la hija y el padre o el abuelo no saben bien cuándo se plantó). Y la otra mitad viene de El Zampal de la misma zona pero más abajo, pegada a la Ruta 40. Entre ambas tenés una complejidad de suelos muy interesante que se refleja en el producto final luego de la co-fermentación de ambas partes. Eso después pasa a barricas usadas neutras, que nosotros mismos reciclamos puesto que la idea es conseguir un Semillón bien fresco, sin presencia de notas amaderadas.» El resultado, el Corazón del Sol Semillón 2019, es un vino de un amarillo vibrante con rasgos alimonados. Entra herbal de nariz y pasa luego a una boca con ananá pero más del amargor de cerca de la cáscara. Hay preeminencia de cítricos y azahar con una amable mineralidad y, sin ánimo de incordiar, sí le encontré una puntita avainillada de los seis meses de paso por esas maderas de mucho uso.
Nos corremos de Tupungato, esta vez hacia La Consulta para probar un Teho Semillon 2018 de la reconocida dupla Sejanovich-Mausbach. Justamente por la multiplicidad de sus proyectos se vuelven virtualmente inhallables hasta bien cerrada las últimas vendimias. Pero igual tuvimos la ocasión de charlar sobre este vino con Tamara Belgiovane, de su equipo de sommeliers. «Hablamos de un viñedo de unos 58 o 60 años cerca de Tomal, la zona donde se elaboran los Teho, y para nosotros esto es un gran tesoro. No es fácil poder tener acceso a viñas tan viejas y mucho menos de cepas blancas. Estos parrales gruesos y de una uva más chica por supuesto rinden menos pero con mejor concentración y una mayor acidez, algo indispensable para construir un vino pensando en su longevidad.» Precisamente una de la características del Semillón es su bajo potencial intrínseco para la acidez, algo que se ha compensado precisamente por la edad de los parrales. «En cuanto a terroir se trata de suelos calcáreos y de una profundidad media– continúa Belgiovane– eso le va a conferir cierto toque salino y mineral.» A diferencia de los otros que fuimos probando para esta nota aquí se hace presente un perfil marcadamente herbal, por un lado, y con una mineralidad típica del estilo de vinos que suele proponer Sejanovich. Es apenas túrbido y con una estructura que amerita perder algunos grados de temperatura en el servicio para ver cómo surgen secundarios y terciarios de frutos secos, sutilezas del paso por barricas con bastante trasiego.
Si Mendoza o la Patagonia no sorprendían con el uso del Semillón, con unas pocas hectáreas en Quilino, en el norte cordobés la gente de Terra Camiare viene a plantear un espectro totalmente distinto en muchos aspectos. Para empezar se trata de viñas muy jóvenes con apenas unos seis años de plantadas. Este Socavones Semillón Vintage 2018 sin embargo hace alusión a una de las características de la cepa, su potencial de guarda. Aquí vemos que Gabriel Campana, su creador, recurre a las técnicas que mamó de sus mayores como representante de tercera generación de viñateros. «Tratamos de rendirle respeto a la forma de elaborar de aquellos tiempos. Así que vas a ver que aquí recurrimos a una maceración pelicular con remontajes y batoneos muy suaves. Esto logró una buena presencia de borras finas más un grado de exposición oxidativa. Pero también dejamos una porción de lo extraído para que madure con velo. Así que le estamos sumando complejidad por la parte que se crió de modo biológico. Y luego la totalidad se redondea en barricas de roble de primer uso de 225 litros.» Ciertamente se trata de un «distinto» en el mejor sentido de la palabra. Es un blanco que aún en su botella borgoña verde hace profesión de turbidez. Muchas notas compotadas con toques de pera y durazno blanco. En boca se sienten esa notas de oxidación mientras que hay un retrogusto floral de azahar y cítricos. Una rareza de apenas 600 ejemplares que justifica salir a buscarlo cual si de un Snark se tratara.