Los tandems de padre-hijo son por demás un clásico en las empresas familiares. Y por supuesto también en la industria del vino. Aunque el ejemplo de Familia Zuccardi se destaca por lo afiatado y armonioso del modo en que se lo ve funcionar. Y para muestra parece que basta su último opus: el José Zuccardi
Humilde de toda humildad, es una verdadera muestra del camino que los llevó hasta aquí que el querido Pepe acepte que le pongan su nombre al vino que habrá de tomar la posta de su reputado Z. Es que, para los que tuvimos la suerte de ir contemplando el paso a paso de este derrotero, sin duda que la evolución de la bodega en los últimos años viene signada por el recambio generacional que representa Sebastian Zuccardi.
Más allá de sus muchas credenciales (y de una devoción por el trabajo que realmente parece indisoluble del ADN de la familia) la implementación de una división de Investigación y Desarrollo a su cargo viene proponiendo ajustes de paradigma en las formas en que la bodega venía planteando sus vinos. De la que nos enteramos de primera mano merced al hecho, también bastante inusual, de que se ofreciese una visión abierta para observadores externos, vulgo la prensa. Otra de las consecuencias entendibles, pero que igual no siempre pasan, es que una vez establecida esa nueva dirección, se la charle, se la ajuste y se la ponga en marcha. En el caso del Zuccardi Z quedó muy claro cuando, los que pudimos participar de una vertical completa hace unos años, notamos cómo José explicaba las añadas hasta cierto punto y luego le pasaba la posta a Sebastián. Lo dicho, aunque lógico, no siempre sucede que un padre sumamente activo decida pasarle el testimonio de uno de los vinos que más lo representa a su hijo, y menos aún si piensa hacer cambios de estilo.
«Mas allá de las diferencias queremos que se note la evolución, el camino que nos llevó hasta este vino– Cuenta José- fue toda una decisión aceptar el cambio de nombre (además del ruido que podría sonar a ego) apartándonos de un producto que además ya estaba establecido.»
Continua Sebastián – «Para tratar de graficar este camino del que hablamos fue que decidimos hacer esta vertical, incompleta, pero con vinos que consideramos hitos en el derrotero que comienza con el primer Z hasta llegar al primer José Zuccardi.«
Arrancando por el principio fue el turno del Zuccardi Z 2002. «Estábamos muy impresionados con lo que producía una viña de Tempranillo de 1974 de Santa Rosa así que de ahí en más esa cepa iba a ser determinante en la composición del blend con apenas una ligera superioridad de un Malbec de Maipú.-» relata Sebastián. El tiempo le ha sentado bien y apenas muestra algunos toques teja. Es un tinto complejo, pleno de aromas terciarios.
El siguiente paso fue por un 2006 sedoso, donde la fruta aún tenía su aporte y que fue parte de una gran añada. Aquí vuelve a aumentar la proporción de Malbec pero se le sigue sumando el mismo Tempranillo. En el 2008 hace su aparición el Cabernet Sauvignon, viniendo a desplazar al Tempranillo que no habrá de volver a por sus fueros en la mezcla. «Y se continúa incrementando también la proporción del Malbec. Esto se explica porque entiendo que, dentro de su gran plasticidad, es la cepa que mejor representa el terruño.-» continúa Sebastián. Aquí prima la estructura que aporta el Cabernet con una aparición incipiente de algo que se habrá de convertir en un rasgo bastante definitorio de los vinos de la bodega: las notas de calcáreo. En el 2010 ya el porcentaje de Malbec de La Consulta alcanza el 87% y se empieza a permitir el paso por barricas de segundo y tercer uso y de fudres en una búsqueda específica de frescura. Y finalmente este José Zuccardi 2013 ahora con Malbec de Paraje Altamira. Hay mucha especia y el vino se construye más por la tensión que por el peso en boca. También ha tenido una guarda más oxigenada con dos años de paso por botella. Como para terminar de vestir a la nueva cara de los Zetas, el José Zuccardi rompe con la tradición de etiquetas blancas para apostar a una reproducción exclusiva del maestro Carlos Alonso.