Si bien la Bonarda aún no consigue, pese a algunos intentos, posicionarse como la sucesora del Malbec como cepa nacional, ello no quita que en el mientras tanto se haya labrado un sitio destacable en el panorama de la viticultura argentina. Así ha desarrollado un derrotero interesante desde ser considerada una Cenicienta que sólo aportaba resistencia y volumen hasta los nombrados esfuerzos por colocarla como lo nuevo a descubrir. Ciertamente que méritos no le faltan, incluso compartiendo características similares al Malbec en cuanto a la carga de fruta como diferencial contra los tintos de otras latitudes. Siendo una variedad que se beneficia de las largas insolaciones y que se resiente de heladas intempestivas no debe sorprender su adaptación a zonas como el Valle de Famatina en La Rioja, que presenta ejemplares muy atendibles en la propuesta de la bodega Valle de la Puerta y su winemaker Javier Collovati.
«La Bonarda tiene su origen como Corbeau, aunque muchos la confundían con la Bonarda italiana. Incluso en esta zona se encuentran viñedos en los que se presentaba mezclada con Barbera, lo que no ayudaba a mejorar su reputación dando vinos bastantes rústicos. Sin embargo si se encuentran viñedos netos se pueden conseguir vinos de gran calidad. Un claro ejemplo de esto es que en nuestra bodega tenemos tres versiones: Alta, Reserva y Gran Reserva. No hay Bonarda en la línea clásica porque nos parece que, ya desde el vamos, está para jugar en el nivel inmediato superior.»
Habíamos hablado de la insolación más que generosa de los valles riojanos y eso es algo que ha determinado que aquí se utilice la conducción por parral para servirse de la canopia para regular esa exposición. «También recurrimos al raleo para estabilizar aún más la concentración. Los frutos de este raleo se utilizan exclusivamente en los segmentos Reserva y Gran Reserva. Otra cosa a tener en cuenta es que los suelos de la zona son de origen aluvional lo que hace que los cuarteles no sean totalmente homogéneos. Las zonas más arenosas producen un nivel de concentración natural más alto que las zonas de suelos más finos.- continúa Collovati.- y se completa con desbrotes tempranos, a la hora de buscar equilibrio. Se puede cosechar arrancado fines de marzo, principios de abril si el año fue bueno, caluroso y sin lluvias. Si se dan días más frescos hemos llegado incluso a esperar hasta mayo para alcanzar lo que entendemos como un resultado óptimo. Así conseguimos la mejor expresión para cada línea. El Alta tiene un poco más de estructura, merced al paso por madera, que nuestros clásicos, caracterizados por ser vinos jóvenes con mucha fruta, sin vueltas. Ya con el Reserva se recurre a seis meses de barrica y otros seis en botella hasta llegar a la expresión más acabada, el Gran Reserva, donde se doblan esos tiempos. «