A tono con toda la movida reinvindicatoria de la Criolla, Bodegas Callia apuesta por su propia incursión en dicho campo poniendo el foco en la profunda ligazón del cepaje con el perfil de nuestra incipiente historia patria. Suerte de pinot americano, la Criolla parece haber arrancado su periplo allá por las Islas Canarias y librada a su suerte se fue desarrollando salvaje allí donde la conquista española se la iba dejando olvidada. Es precisamente ésta impronta chúcara y rebelde lo que la fue convirtiendo en un producto/símbolo de los tiempos patrióticos originarios del país.
Con todo esto en mente Callia organizó una simpática presentación entre prensa e invitados en el histórico casco de la Quinta Anchorena en San Isidro emulando el espíritu de la Independencia. Los actores y anfitriones entre levitas y miriñaques jugaban con el carácter «secreto» de la reunión o con el detalle de que, como fue prohibida en su época, la gente era invitada a golpear una puerta, deslizar la palabra criolla y recibir la preciada copa a través de un anónimo ventanuco.
Las bondades del clima permitieron aprovechar el parque de la residencia recorriendo las diversas estaciones de comida típica junto a la exposición de Marianela Euriarte, la artista convocada para ilustrar la nueva etiqueta con viñetas ensalsando hitos de la argentinidad de ayer y hoy.

La incorporación del reconocido historiador Felipe Pigna sirvió para contarle a los presentes vida y obra de esta cepa que supo acompañar los albores de nuestro nacimiento como nación. Desde una distribución casi clandestina (porque los españoles eran muy celosos de cualquier negocio y marcaban por ley la preeminencia de los vinos malagueños) a la la célebre broma que José de San Martín le gastó a su mesa chica ( nunca mejor dicho ) con una verdadera cata a ciegas. El Libertador fue un reconocido promotor del vino e incluso él mismo lo producía en Mendoza con las uvas en cuestión. La historia cuenta que sirvió vinos de aquí y de allí con las etiquetas cambiadas. Los asistentes con todo y sus nombres de calle se deshicieron en halagos para los vinos nacionales enmascarados dejando sólo comentarios condescendientes para sus contrapartes disfrazados de criollos. Punto San Martín.

En cuanto al vino en sí estamos ante una etiqueta cuya relación precio–calidad parece difícil de empardar. Este Callia Criolla 2024 proviene de parrales del Valle de Tulum, San Juan, emplazados en una cota que ronda los 660 msnm. Además de su ubicación privilegiada son fruto de los viñedos casi centenarios de la familia Rufrano donde los bisnietos del fundador continuan con el legado familiar. Es sabido que la longevidad de las plantas suelen ser capitales a la hora de refrendar calidad toda vez que tienden a autorregularse con el tiempo, produciendo menos pero mejores uvas. Aquí vemos cómo se cosechó temprano para apostar a una mayor presencia de fruta, pero adicionando capas merced a un paso por tanques con contacto con borras finas durante seis meses. Eso, sumado a la acidez que suele destacar en el perfil de la criolla, lo vuelve un vino versátil tanto para las más diversas situaciones de consumo como para sus posibilidades de emparejamientos gastronómicos.