Con la excusa de una reformulación de la estética de la línea Punta de Flechas y la presentación en sociedad de su primera incursión fuera de los tintos, Flechas de los Andes convocó a repasar un portfolio tan breve como logrado.
«Sin duda que contando con varias generaciones de expertise y prosapias como las del Barón Benjamín de Rothschild y Lauren Dassault su bodega en Argentina iba a tener un rumbo preclaro– comenta Pablo Richardi, responsable de su enología- El grupo desembarcó en nuestro país con la idea de hacer grandes vinos tintos, girando por supuesto en torno al Malbec. Por eso es algo de destacar nuestra primera experiencia en el ámbito de los rosados con una cepa que no recuerdo que se haya usado entre ellos: el Tannat. A su vez también nuestras etiquetas se habían mantenido sin cambios, y siendo que la propuesta de la bodega está marcadamente signada por el arte, remozarlas no fue un tema de poca importancia.»
Este lazo viene a cuento de la estrecha relación que une a los dueños de Flechas de los Andes con Philippe Druillet, un galardonado artista de los comics, fundador junto a Moebius de Les Humanoïdes Associés y de su legendaria revista Metal Hurlant. En su carácter de amigo de la casa el propio Druillet participó del diseño de la bodega e incluso de los muebles que se encuentran en ella. Aunque existe un malentendido que se ha vuelto muy popular con respecto a la participación del artista en los diseños de la Guerra de las Galaxias (George Lucas, gran fan de su trabajo, le pidió que le dibujara un poster) el punto es que el galo sólo se sumó a posteriori.
Sin embargo el rediseño ( que abarca específicamente tres etiquetas, el nuevo Rosé, un Malbec y un Blend) le fue encargado a un estudio mendocino. Aquí se hace patente la influencia art decó de la tipografía aunada con una tapicería de fondo que suena más abstracta y que menta los paños de las fincas a las que pertenecen los vinos y que sólo toma puramente ese estilo en la composición con blancos y dorados del Blend de Tintas.
«El rosado, con ese tanino oculto del Tannat– continúa Richardi– presenta un color muy vibrante. Y hay que reconocer que, en este tipo de vinos, el color lo es todo. Pero además de eso se reconoce la impronta provenzal, que trata de articular una propuesta mucho más compleja que la que se suele asociar con algunos ejemplos locales que tienden a fungir de aperitivos o que sólo buscan refrescar.» Ciertamente, probándolo sorprende la buena estructura, un tanino presente y una acidez que consigue que prevalezca la flor (roja y blanca) antes que la fruta y que lo habilita para ser un compañero parejo de carnes de cerdo o picantes platos asiáticos.
A renglón seguido fue el turno del Malbec. Aquí se nota la apuesta por la frescura puesto que sólo un 30% fue para barrica de roble y el resto pasó un año en tanques de acero inoxidable. Pleno de color se lo piensa para un servicio de 16 grados, ligeramente refrescado. Hay breves notas avainilladas pero predominan las violetas y ciertas llamadas oliváceas. Por último llegó el Blend. En este se buscó un perfil más bordolés mediante la adición de Merlot, Cabernet Sauvignon y una pizca de Petit Verdot al rotundo 50% de Malbec. Pese a una mayor búsqueda de complejidad en la sumatoria de sus partes sigue en el espíritu de la línea, apuntando a un consumo sin demasiada guarda para poder apreciar lo vibrante y tenso de la mineralidad que aporta el suelo de Vista Flores.