Hace ya más de 500 años Miguel Angel decía, traducción (e interpretación) mediante, que está todo bien con ser un copado y un creativo, pero que mejor aún era matarse laburando y que sea allí donde te pegue el ramalazo de inspiración. Esto parece venir a cuento de la historia de Atípico, un vino de veras diferente que pareciera surgido de una serie de casualidades concordantes pero que en realidad fue la conjunción de un grupo de personas con algunas cosas claras.
Eran tres amigos, dos Federicos y un Agustín hasta que la tragedia se llevó a uno de los primeros y sólo quedaron Federico Thoman y Agustín Lanús, viejo conocido de los que frecuentan estas páginas, pero sin dudas la intervención de Federico Aramburú fue capital como catalizador de este encuentro.
«¿Como arrancó esta aventura? Era el 2015 cuando Fede Aramburu estaba armando una movida con la introducción de barricas europeas de altísima calidad en nuestro mercado– desgrana Thoman– así que me pidió ayuda con temas prácticos de ingreso al país y cosas por el estilo. Luego de ese contacto resultó que nos encontramos con disposición de estas barricas y nos enfrentamos a la opción de ver qué hacíamos con ellas, si venderlas por nuestra cuenta o ver de utilizarlas en algún proyecto propio. Y allí fue donde nos pusimos en campaña para encontrar asesoramiento enológico. Teníamos una pata, por así decirlo, en Salta y de ahí surge ir a verlo a Agustín. La idea era «contratarlo» con un fee mensual como enólogo, propuesta que el declinó de inmediato, especialmente porque no conocíamos su forma de trabajar. El punto fue que, a renglón seguido, nos explicó que él sólo participaba de proyectos donde pudiera ser parte activa. Así que decidimos incorporarlo. Y sinceramente fue lo mejor que nos podía haber pasado porque esa claridad que tuvo desde el arranque primero nos ahorró dos mil millones de errores que seguramente íbamos a cometer y segundo, y lo más importante, dió pie a la génesis de una comunión muy mágica a la hora de laburar donde el vino pasó a ser apenas el vehículo para forjar una verdadera amistad.»
«Yendo al proyecto propiamente dicho la idea era simple: hacer el mejor vino que pudiéramos. La vara estaba altísima, pero sin desconocer que siempre existe una curva de aprendizaje y que no íbamos a tener resultados óptimos al primer intento. Pero ese fue el espíritu con el que encaramos el reto. Lo otro que teníamos también en claro era que íbamos a producir partidas chicas con características de guarda y con la intención, en principio, de comercializarlo todo afuera aprovechando que Fede estaba radicado en Francia. Arrancar desde ahí y luego buscar alternativas como podrían ser Estados Unidos, Brasil u otro destino adicional que nos permitiera vender toda la producción dado que al ser pocas botellas tampoco podíamos abrir demasiado el juego. Además, por las características del mismo producto arrancábamos con niveles de inversión altos tomando en cuenta la calidad de los insumos y los tiempos de crianza. Pensá que tuvimos nuestro primer vino en 2016 y no pudimos comenzar a venderlo hasta bien entrado el 2019.»
Aunque la partida de Aramburú fue un golpe fuerte para el proyecto ambos amigos no se detuvieron, tratando de ajustarse a esa nueva realidad y continuando con una idea que habían alcanzado a decidir en el último momento: comenzar a colocar sus etiquetas también en el mercado local. Algo de boca a boca y el interés que despertaba su enólogo hizo que, de a poco, comenzara a surgir un pequeño clamor.
Actualmente el mercado dispone de dos Atípicos, el Cabernet Sauvignon 2017 y un Malbec-Cabernet Sauvignon 2018. «El Cabernet Sauvignon 2017 proviene de Tolombón. – nos cuenta su enólogo – Es de una zona de suelos muy pedregosos que queda en la ruta 40 para el sur. Es el viñedo que está más hacia la base del cordón de Quilmes, que es la cadena montañosa que repara al Valle Calchaquí. Como estaba tan arriba, la máquina no podia cosechar, asÍ que es todo cosecha manual, además de tener rendimientos muy bajos, algo que en buena medida auguraba, como se dió, una expresión excepcional. Volvimos a usarlo en el 2018 junto a un Malbec de parrales de 80 años, también de esa zona.»
En cuanto a los Atípicos en sí, sin duda que merecen el mote. Ambos poseen 18 meses de paso por barricas Vicard V7, fermentación maloláctica y una estiba posterior de 10 meses en botella. El Cabernet Sauvignon 2017 arranca sorprendiendo por un tono de rubí intenso y unos bríos que parecen renegar de la guarda. Pese a la cepa se desmarca con una primera entrada de granadas e higos donde la pirazina viene redondeada y muy de atrás . Con lo que suele ser ya característico en los vinos de Lanús aparece una frescura que tanto ayuda al equilibrio como a la sorpresa.
En el caso del Malbec- Cabernet Sauvignon 2018 comienza dando fe de la primera cepa desde un color más profundo y con tintes de ala de cuervo. Vuelve a llamar la atención que uno pueda hacer más patente la pirazina en un Blend, igualmente comenzando con notas florales, pero de cierta carnosidad, como de rosas rojas más que de violetas. Buen toque oliváceo con un cierre de taninos super amables.
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