Los representantes locales de Omega no se anduvieron con chiquitas a la hora de replicar la versión local de la Omega House para presentar novedades, agasajar a sus invitados o palpitar los logros de la mejor Olimpiada en años por estas pampas. Entre los muchos eventos me tocó presentar algo de las nuevas tecnologías de la manufactura ademas de a sus estrellas indiscutidas: los tres modelos en Edición Limitada que Omega le dedicó a los juegos de Río 2016. Aunque el hermoso Bullhead Río 2016 está más que agotado, tanto el Seamaster Diver 300M que acaba de arribar a nuestro país como el Speedmaster Mark II del que van quedando contadísimos ejemplares pudieron ser diseccionados en detalle para clientes y entusiastas de la marca. Pero no sólo de novedades vivió la Omega House. Allí también hubo tiempo para desgranar el largo rosario de innovaciones que fueron jalonando sus últimos 84 años de compromiso con los Juegos Olímpicos Modernos.
Un poco de historia
Aunque sea el reclamo de un comercial diferente, bien podríamos decir que en 84 años como cronometrador oficial Omega “ha recorrido un largo camino”. Arrancando en 1932, luego de un muy breve escarceo inicial con Longines, cada encuentro de los Juegos Olímpicos de la Era Moderna han contado con Omega como responsable exclusivo de registrar cada nuevo logro de los atletas. Hay que tener en cuenta que, en un principio, los cronómetros más excelsos apenas estaban capacitados para medir hasta 1/5 de segundo, algo que en los juegos actuales y con las increíbles perfomances de los especialistas modernos serían completamente inútiles.
Pues bien, uno de los logros más importantes de los relojes Omega de aquel entonces fueron haber doblado ese rango de precisión al contar con la capacidad de cronometrar tiempos hasta la décima de segundo. Si bien hoy cualquiera sabe de la importancia de incluso milésimas de segundo, hay que entender el alcance del logro de un mecanismo capaz de aumentar la capacidad de medición en un rotundo ciento por ciento.
Está claro que cada desafío iría aportando nuevas soluciones que se iban a sumar al arsenal de una marca cuya preocupación por hacer frente a tamaña responsabilidad no iba a agotarse en proveer simplemente de relojes a los jueces. De aquellos 30 cronógrafos que Omega envió en su primera entrega realmente ha habido un enorme salto para llegar a las más 450 toneladas de equipo o los 200 kilómetros entre cables y fibra óptica que desembarcaron en Río.
Decíamos que cada vez que surgió un problema allí mismo se planteo la búsqueda de una solución que, por supuesto, luego quedaría incorporada en el arsenal de medición de los Juegos. Uno de los más acuciantes sería el margen de error de los jueces, especialmente en pruebas de gran velocidad. El photo finish se implementó por primera vez en 1948 a raíz de la disputa entre dos velocistas que habían llegado virtualmente en el mismo tiempo y que los jueces daban alternativamente por ganador a uno u otro. Aunque el Photo Finish ya existía nadie lo usaba hasta que fue imprescindible para zanjar la cuestión entronizando a Harrison Dillard como el atleta mas veloz de esa edición.
Y hablando de velocidad otro problema surgiría con el tema de las partidas en falso. Se comprobó que, por cuestiones de centésimas de segundo el corredor más cercano tenía ventaja sobre el que quedaba en el último carril. La solución se dio por dos frentes, primero conectar un pequeño altavoz que reproduciría la señal de partida exclusivamente para cada corredor. Y luego dotando a los tacos de salida de sensores que marcaban la partida del corredor por los cambios de presión sobre los mismos.
Otro ámbito que trajo problemas de suyo fue el acuático. De nuevo fue una disputa entre equipos que se atribuían el triunfo de una de las pruebas más difíciles de fiscalizar a ojo desnudo, los 400 metros libres por relevos. Finalmente llegaría una nueva invención a estrenarse en Roma 1960, los touch pads, las almohadillas que registran la llegada de los nadadores cuando cada uno lo activa con sus propias manos.
De los primeros cronómetros capaces de medir décimas de segundo hasta la cámara que pueda tomar 10 000 imágenes por segundo, Omega ha demostrado estar a la altura de su alianza con su compromiso olímpico, un desafío que los nuevos atletas irán elevando al continuar corriendo los límites de un deporte cada vez más evolucionado y veloz.