Queremos tanto a Bond

Un nuevo opus de la saga de James Bond, aquel espía yugoslavo de la vida real que tanto impresionó a Ian Fleming pero a quien tuvo que rebautizar como el autor de Birds of the West Indies, está entre nosotros.

No voy a volver a despuntar el vicio de mis orígenes periodísticos, cuando me dedicaba a escribir sobre cine. Pero lo que sí es indudable es que cada nueva presentación del 007 jamás pasa desapercibida. Que si Bond debiera ser más brutal o más refinado, que si puede ser rubio. El punto es que el agente con Licencia para Matar se ha terminado convirtiendo en un ícono de nuestra cultura. Ian Fleming lo tenía muy claro cuando decía aquello de «yo escribo para varones heterosexuales de sangre caliente, que leen en el tren volviendo del trabajo o en la cama antes de irse a dormir». El punto es que, más allá de sus respectivas encarnaciones, siempre han habido cosas recurrentes dentro del imaginario Bond. Y eso no es algo que las marcas fueran a dejar pasar.

Lo que sucedió hace unos días deja en claro el grado de interés que despierta cada nuevo estreno del 007. Simultáneamente tres marcas tan importantes como pueden serlo Heineken, Omega y Belvedere se disputaron el cariño de la prensa al invitar a sus representantes a sendos eventos el mismo día y casi a la misma hora. Y no es que la gente de la botellita verde tuviese menos derecho a patrocinar que el vodka que clama, con toda justicia, ser el favorito de su personaje protagónico. Ni mucho menos la marca del reloj que el querido James viene gastando desde hace 20 años.

Los gustos de Bond marcan tendencia y podría decirse que sus películas son el equivalente para varones de «Sex and the City«. Un catálogo de los ins y los outs de la moda masculina. Además de un verdadero sinfín de mujeres de una belleza tan superhumana como las hazañas físicas de nuestro sujeto de estudio. No importa si la cinta nos gustó más o menos. Como a una suerte de misa pagana seguiremos yendo a ver qué nueva aventura nos depara el derrotero de un Übermensh más digno de Savile Row que de Nietzche. Así habremos de armarnos de paciencia para seguir soñando con llevar el smoking sin una sola arruga, disparar con el designio de que cada una de nuestras balas tenga por destinatario el corazón de un malvado y que las hembras más ardientes caigan subyugadas ante la sola alocución de nuestro nombre y apellido.

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