Longines mira al pasado presto a reflotar estéticas pero sin renegar de las innovaciones. El nuevo Ultra-Chron Diver celebra con estilo vintage la incorporación de un calibre de alta frecuencia y una nueva certificación de cronometría.
Parece que la malahora (pun intended) habría sonado para el célebre laboratorio COSC, puesto que cada vez más manufacturas parecen prescindir de ellos a la hora de certificar la fiabilidad de sus guardatiempos. Ahora ha llegado el momento de TimeLab que propone, entre otras cosas, una serie de testeos más integrales ya que prueba el reloj como un todo en vez de sólo aplicarlos al calibre desnudo.
Longines había presentado por primera vez sus calibres Hi-Beat en 1967 y sólo un año después aplicó dicha tecnología al antecesor del reloj que hoy están presentando. Ahora con el L836.6 (un calibre ETA realizado en cercana colaboración con la marca) latiendo en su interior ofrece uno de los cronómetros a la décima de segundo más accesibles del mercado.
Hay algo de dicotomía intrínseca en la precisión de un cronometro de alta frecuencia puesta en un reloj de buceo donde el tiempo importa más por enteros que por fracciones. Una de las diferencias que la vuelve más patente es que en la reinterpretación se haya prescindido del extremo en flecha del segundero en aras de la claridad de lectura. Pero enfoquémosnos también en la estética retro de este clásico de las profundidades. Se ha eliminado el fechador y se sumó un granado ligero en la pintura negra de la carátula. Sigue el mismo perfil coussin de su antecesor que ayuda en la ergonomía para una caja de acero que acusa 43 mm. Otra de las novedades fue la técnica que luce en el dial, que en vez de la cerámica o el aluminio, recurre al metal labrado en superficie con una cobertura de zafiro, un elemento que sólo se ha visto en algunos Fifty Phatoms de Blancpain. Puede venir en una malla metálica de siete eslabones o directamente en cuero con la misma opción de strap extra Nato en rojo y negro de material reciclado.