Entidad sufrida la uva. Porque si la dejás por las suyas se va en vicio, produce a tontas y a locas pero sin calidad. Para que dé lo mejor de sí hay que rigorearla, hacer que concentre sus esfuerzos en unas pocas bayas, bañarla de luz de día y de frío de noche. En nuestro país el stress hídrico literalmente viene con el territorio, dado que las mejores zonas de producción son desérticas de un modo u otro. Así que a eso hay que sumarle sequedad, una insolación generosa y ya tenemos sentadas las bases para tintos complejos y robustos a veces. Como los que tan bien se dan en el Norte Argentino. Allí Cafayate se ha destacado por los frutos de esas condiciones más una muy peculiar: la altura. Mientras que en zonas como Mendoza la misma se busca con faldeos del Cordón del Plata, en Cafayate ya se arranca con 1700 msnm a ras de ruta.
Estas condiciones han dado de por suyo un perfil de vino brioso, robusto y característico, especialmente con las cepas tintas. Y si bien estas peculiaridades son distintivas, aún dentro de ese universo existen zonas todavía más extremas, que desafían la logística y el propio manual de la forma en que se elaboran los vinos de altura.
A eso se tuvieron que enfrentar tanto Donald Hess como su winemaker, el francés Thibaut Delmotte cuando el primero decidió elevar aún más la vara en la producción de sus vinos » Colomé es justamente famosa por poseer algunos de los viñedos más altos en su zona donde ya de por sí esa característica abunda– cuenta Thibaut- Fue un desafío comenzar una viña en Altura Máxima. Porque pasando la cota de los 3000 metros ya es como plantar en otro planeta, totalmente diferente de nuestros viñedos a, no se, 2600 metros.» Sin duda se trata de una insolación rabiosa, que da por resultado no sólo una marcada amplitud térmica sino también gruesas pieles para las bayas, que así se protegen en medio de una atmósfera más tenue. El resultado es un color intenso y buena concentración tánica.
Hubo muchas y buenas sorpresas en la presentación de esta nueva aventura de Colomé. Por suerte, ante el éxito de este vino de excepción, se tuvo la gentileza de apartar algunas pocas botellas para el mercado interno. Es que por supuesto este Malbec es un bien escaso. Solamente se han producido seis barricas que dieron para llenar apenas 1980 botellas. Contra lo que suele campear en sus etiquetas, en este caso se optó por un blanco neto con tipografía negra, que tiene algo como de libresco en el estuche donde se lo presenta.
Dentro se encuentra un vino que sorprende por su elegancia. Se puede esperar concentración y espíritu rotundo, pero lo que más llama la atención es la forma en que se ha manejado una carga alcohólica contundente de la que nadie daría cuenta si no supiese el dato, dada la ligereza con que se lo bebe. Posee, por supuesto, una nariz compleja y una boca jugosa. Pero también muy buena acidez con notas de calcáreo, algo que lo vuelve refrescante. Violeta profundo, tiene dos años de barrica muy usada. Sólo para contener. Delmotte no quiere sumarle más nada a este vino regio, que fue muy reconocido por los gurúes de las tablas de puntos, pero que, para el simple amante de los tintos de altura, guarda la promesa de una madurez rutilante.