«Es un mundo de hombres» solía cantar James Brown. Y si esto aplicaba y sigue aplicando para el orbe en general que tanto no será para esa pequeña provincia que es el ámbito de los cigarros. Más bien habanos (pura y exclusivamente) si vamos a hablar del espacio que Blanca Alsogaray, pionera y reconocidísima especialista en la materia a nivel mundial, maneja en nuestra bendita ciudad. Cuando la oferta de lugares permitidos para el humo no para de agostarse, qué mas bienvenido que una cata a su propuesta con un Montecristo como protagonista nada menos que en La Casa del Habano de Buenos Aires (San Martín 690).
Siempre es interesante participar de este tipos de encuentros, tanto para el fumador bisoño, que puede completar su educación con maestros de lujo, como para el más avezado que sabe que va a degustar una combinación gloriosa. Y éste claramente fue el caso cuando se invitó a compartir la fumada de un tan breve como exquisito Petit Edmundo de Montecristo junto a Johnnie Walker Black Label y assorted chocolates de Lindt.
Tras una breve introducción de la dueña de casa, la guía pasó a manos de su hija Lucía, encargada de presentar lo que habría de fumarse y de beberse. Para el caso la elección recayó en una de las últimas incorporaciones al vitolario de la marca más vendida de Cuba (habría que actualizar tal vez, pero su Número 4 suele ser reconocido como el habano más vendido en el mundo). Hablamos del Petit Edmundo, un habano que aúna dos de los features más buscados por el mercado en la actualidad: cepo generoso pero pensado para una fumada relativamente corta. Como queda claro al ver sus patronímicos, la marca nacida en 1953 hace foco en la obra de Alejandro Dumas, gran favorita entre los trabajadores de las galeras. El punto es que, si bien los distintos procesos en la construcción de un tabaco poseen cierto carácter repetitivo, también requieren de una gran concentración. Por ello la lectura en voz alta se convirtió en el pasatiempo ideal para matizar tales menesteres. Y las aventuras de Edmundo Dantés se alzaron con el favor de la mayoría de estos artesanos al punto de dedicarle una de las marcas más señeras del vitolario de la Isla Grande.
Puesto que, más allá de la cadencia que cada fumador elige, fumar un habano conlleva más tiempo y atención que hacer lo mismo con un cigarrillo, es dado de esperar que dicho lapso se matice con distintas bebidas. Con sus notas ahumadas, los whiskies en general y los de Escocia en particular suelen ser muy bienvenidos como compañeros de ruta. Y en este caso precisamente con la versión de Johnnie Walker en que más se siente la presencia del ahumado de turba. Completando la propuesta hubo chocolates de Lindt donde descolló una variedad con 75 % de cacao y el agregado de sal marina.
Para el cierre se sortearon algunos ítems de memorabilia de la marca y un destacadísimo primer premio: un ejemplar vintage del célebre Montecristo No2 de 1999.