Jugando en serio

Dentro de la sacrosanta viticultura nacional ya se puede ver la impronta juguetona de las nuevas generaciones. Etiquetas descontracturadas, cuando no desatadamente surrealistas, se dan la mano con nombres, cepajes y hasta vinos nuevos como los Orange que viene produciendo Ernesto Catena.

Pero ese espíritu lúdico no necesariamente tiene por qué estar en disonancia con una luenga tradición de que sus proyectos redunden en vinos de gran calidad. Ya en su primera versión su Orange salió a la palestra con la idea expresa de no probar otras interpretaciones y arrancar completamente de cero con el Animal L’Orange.

Para los conocedores de la saga de Ernesto no sorprende la innovadora, casi iconoclasta propuesta de packaging. Se trataba de una botella blanca, de 500 cm e impronta cervecera. ¡Incluso con tapa corona! El vino naranja pertenece a una larga tradición georgeana y para muchos autores fue el primer eslabón en la elaboración de blancos. Long story short: básicamente lo que se hace durante su producción es permitir un contacto con sus elementos sólidos mucho mas extenso de lo que se suele hacer con las variedades blancas netas. Esto conlleva una clara incrementación del color que le da nombre y una estructura distinta, con una presencia mas patente de los taninos y un cierto grado de oxidación. Si bien aquel primer Orange se había permitido ese espíritu tan suelto de cuerpo, para la cosecha 2016 el salto de calidad fue tal que la gente de Ernesto Catena decidió cambiarlo de nivel y sacarlo bajo la etiqueta de Domaine Alma Negra, apostando asimismo a revolucionar su presentación mediante la incorporación de una bellísima botella francesa ahora sí de 750 cm. Otra particularidad al ser presentado bajo esa denominación es que, acorde con la tradición de la serie, la conformación del corte jamás será develada.

El resultado es un vino suntuoso, que no se parece a nada. Aunque algunos expertos lo sindican como compañero de platos potentes en mi opinión lo siento más emparentado, tanto en aspecto como en función, con esos aperitivos de ugni blanc de la región de Charentes. Y por ello lo recomendaría más para la previa o para las postrimerías de una comida. Va de maravillas con varios tipos de quesos y cierta estructura ajerezada, merced a una oxidación incipiente, lo vuelve gran compañero de los puros de sobremesa. Su clara heráldica bifronte lo habilita para cierta plasticidad con la temperatura de servicio y aunque se recomienda servirlo frío, su nobleza y complejidad le permiten asumir diferentes papeles en la medida que se va abriendo o perdiendo temperatura. También es muy interesante (y difícil, porque botella abierta no suele tener una gran sobrevida) ir probándolo de un día para otro. Ojo avisor con esta chance, sus responsables han sabido proveer a este Orange de un inédito tapón que mas parece de spirit  que de vino tranquilo. Y habrá de ser una experiencia para pocos. No sabemos si inspirados por Roberto Bolaños pero de este Orange sólo hay 2666 botellas.

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