Nuestra ciudad goza de muy buena reputación en cuanto a coctelería se refiere. Con una masa de consumidores cada vez más enterados y exigentes, comienzan a quedar definitivamente atrás los días en que todo eran vasos con líquidos de colores brillantes y sombrillitas bonsai.
En este panorama que no para de sofisticarse, muchos insumos empienzan a ser entendidos más como una necesidad que como un lujo. Y eso pensó la gente de Coyanco cuando decidió traer a nuestras costas nada menos que las tónicas y gingers de J. Gasco.
Para presentarlas en sociedad se montó una barra (acotada pero más que bien servida por personajes de la talla de Chula Barmaid) en El Jardín Escondido by Coppola donde se pudieron desgranar unas cuantas opciones de cócteles acompañados por tres de sus productos: Ginger Ale, Ginger Beer (término para clarificar el estilo porque, en rigor, nuestra legislación no permite ponerlo en la etiqueta de una bebida que no posea algún tipo de cerveza) e Indian Tonic.
Podría decirse con bastante justicia que, con esta propuesta, parece que pasamos de cero a cien en cuestión de segundos. Me refiero a que hasta el momento había que ceñirse a la escasísima y aburridísima propuesta de tónicas que con suerte se consiguen en un chino y ahora contamos con los mismos soft drinks que acompañan los combinados de las barras más importantes del planeta.
La historia, además, no podía ser más simpática y justamente legendaria. Nacido Giuseppe, el joven Gasco dejó su Gallipoli originaria para capear la malaria europea recalando nada menos que en Estados Unidos donde ya lo esperaba otro miembro de su familia, el tío Vito. Si esto les suena a capomafia es porque efectivamente eso era el querido tío, con un también muy lucrativo negocio de inocentes gaseosas. Al bueno de Giuseppe no le tomó nada (pun intended) convertirse en Joseph, implementar un más que agresivo plan de negocios y de paso crearse el logo que aún adorna las etiquetas de la marca merced a su origen como uomo di Gallipoli o, si se quiere, Hombre-Gallo.
“Hay que recordar que la calidad de esos alcoholes, especialmente durante la Prohibición, eran espantosos, así que había que recurrir a cualquier cosa que sirviera para aplacarlos. – cuenta el barman Carlo Contini, a su vez ambassador de J.Gasco- Así fue que los italianos comenzaron a producir este tipo de gaseosas, más ligeras y con menos contenido de azúcar. Por supuesto que estas bebidas han recorrido un largo camino hasta alcanzar un alto grado de sofisticación y actualmente sólo recurren a las mejores materias primas, todas ellas de origen italiano. El punto es que ahora las propuestas de coctelería se dan en un grupo de consumidores con mayor experiencia, que pretenden no sólo el gin de su elección sino también escoger la gaseosa que habrá de acompañar, por ejemplo, el tradicional gin tonic.”
Cierto es que, en los bares más reconocidos del orbe, cuando se pide un gin tonic se deja que el cliente elija ambos componentes del cóctel. Pensado específicamente para las barras, los productos de J. Gasco se presentan en exclusivas botellitas de 200 ml, una cantidad ideal para que nada se desperdicie y se puedan conservar sus finas burbujas durante toda la experiencia.