Que una bodega se tome 25 años para proponer su primer vino blanco habla de gente que claramente no se somete al vaivén de los requerimientos de la hora. No sorprende tanto si tenemos en cuenta que el proyecto en cuestión lleva la firma de Alberto Antonini, uno de los mayores (y mas circunspectos) flying winemakers de la industria a nivel mundial. Cuando Antonini, junto a su colega Attilio Pagli y el joven emprendedor Antonio Morescalchi recalaron en Luján de Cuyo y decidieron crear Altos Las Hormigas sentaron las bases para una de las bodegas más innovadoras e interesantes de Mendoza.
Para el caso esta nueva etiqueta es un blend bivarietal constituído por dos cepas tan icónicas como poco reivindicadas como podrían serlo el Semillón y el Chenin Blanc. Sobre este recienvenido tuvimos la oportunidad de hablar con uno de sus responsables, Federico Gambetta, él también una incorporación reciente en la enología de la bodega que arrancó nomas con esta innovación » Además de la elección de las cepas del corte también podemos decir que la misma forma de realizar este Blend es bastante atípica– comenta el enólogo- ya desde haber sido vendimiado muy temprano para conservar la acidez natural tan alta como fuese posible. Dividimos a ambos cepajes en varios lotes, algunos con porcentaje de pieles y otros con cerca de un 30% de escobajo presente en la vinificación. Y ese es uno de los secretos que explican que este Blanco posea un cuerpo tan inusual, una mezcla de concentración y acidez presente al mismo tiempo. Todo fue elaborado en huevos de concreto, incluso la maloláctica. El concreto también brinda un toque oxidativo que se refleja claramente en el color marcado del vino. Teníamos ocho lotes entre ambos y lo que hicimos fue catar con Antonini y el resto del equipo de enología para ver si nos parecía que estaba al nivel adecuado para ser el primer vino blanco de la bodega. De hecho apenas llegué recuerdo que probamos vinificaciones del 2019 y no nos pareció que estuviese a la altura, habían quedado adelgazados y flojos de alcohol, así que elegimos volverlos a guardar y que no participaran del corte. Con algunos de los 2020 sí quedamos satisfechos y así surgió este Blend final y lo fraccionamos hace nada, entre julio y agosto. Fue todo un desafío, yo recién había llegado y tenía esta misión, la misma que seguimos como prédica de la bodega: proponer vinos que reflejen nuestras fincas. Aquí estamos hablando de viñedos con algunos parralcitos que se remontan hasta los 80 años y de Eugenio Bustos, una zona fría con mucho riesgo de heladas, encima. Fue un lindo desafío hacerlo.»
La idea de representar el terroir es parte del ADN fundacional de Altos Las Hormigas buscando, desde el primer minuto de su creación, vinos con la mínima intervención a posteriori. Que se planteen y se resuelvan mayormente en la viña sin buscar ajustarlos en bodega. Así que este Blanco cumple con ese credo. Recurre como decíamos a dos cepas con muchísima historia en la cultura del vino en Mendoza y parecen referirse al paladar de otro tiempo puesto que existe un cuerpo inédito y cierta presencia oxidativa que, sin embargo, no abreva completamente en la búsqueda de un naranjo. Finalmente llegamos a una edición, limitada en los hechos aunque no se la nombre como tal, de 4500 botellas que ya están en vísperas de quebrar stock. En cuanto al vino en sí se trata de un blanco con cierta turbidez y de un amarillo adamasquinado muy diferente de otros blends de blancas. La presencia de los porcentuales de escobajo se siente en las notas herbales que aportan, principalmente, frescura. Hay flor y fruta arrancando con un damasco muy claro y poco visto como descriptor. La oxidación junto a la fermentación maloláctica le dan un mordiente de taninos finos que le auguran buena espalda en lo gastronómico. «Lo pensamos como un vino de disfrute– cierra Gambetta– queremos volver a la costumbre de tomar vino en casa, sin buscar una ocasión especial, y hacia allí estamos enfilando con todos nuestros vinos. Queremos que sea menos algo de culto. Y más Argentina. Y más Mendoza.»