En medio de una primavera flamígera la gente de Finca La Anita sale al ruedo con dos novedades prestas a apagar una sed interminable. La cita fue en la Embajada Suiza (merced al hecho de que los nuevos responsables de la bodega pertenecen a un grupo helvético) en una noche digna de Bangkok o La Habana.
«Más allá de la estacionalidad, estamos viendo cómo el mercado internacional empieza a pedir más blancos y rosados, y esto también sucede con los que nosotros ofrecemos– comenta Richard Bonvin, Director de Enología y CEO de la compañía- por eso estuvimos buscando estas nuevas etiquetas. Tenemos que entender que se trata de una suerte de experimento que sólo devino en la producción de unas 10 000 botellas que pensamos volcar exclusivamente al mercado interno. Si bien es un hecho que solemos vender el 90 por ciento de nuestra producción en el mercado local también creemos que si lo ofrecemos afuera nos lo van a pedir y es una primera salida muy acotada. Ahora que estamos satisfechos con el resultado esperamos contar con una producción mayor la próxima cosecha y ahí sí presentarlo en el exterior.»
Si bien la compañía como tal cambió de dueños y, por ejemplo, refrescó el aspecto de sus etiquetas, sigue contando con la presencia de su creador, Manuel Mas, y de una de sus principales enólogas, Soledad Vargas. «Con los dos nuevos vinos estamos tratando de cubrir una cuota de la que el mercado está muy pendiente con los recursos de nuestras viñas de Agrelo y nuestro estilo de vinos. Por ejemplo, conseguir un Rosé de una coloratura tan tenue como ésta con un Malbec de base que se distingue por su intensidad de color no fue nada sencillo. Había que encontrar la manera de aunar ese tono con una frescura marcada y presencia de fruta. Otro tanto pasó con el Luna Sauvignon Blanc. Buscamos una expresión más joven pero igual de expresiva que la versión Finca y siento que lo logramos.»
Pasando a los vinos, el principal protagonista fue sin dudas el Rosé. Se trata de un Malbec que fue prensado casi como si fuera un blanco, producido en tanques de acero inoxidable y con una manipulación muy cuidadosa para no perder fruta ni sacrificar un color espléndido. Y vaya que lo logran. La botella se luce con esas gotas de transpiración que ya parecen una tentación en sí mismas. El vino está pletórico de fruta roja, especialmente frambuesa y frutilla, hay ligeros toques florales y una acidez en punta que parece dejar un posgusto muy singular, como de pimienta suave. Se trata de un vino muy elegante y que no le teme a ciertas sutilezas lo que se manifiesta en que su temperatura de servicio sugerida esté apenas en los 13 grados.
El Luna Sauvignon Blanc 2019 posee un tono ligeramente menos dorado que su versión Finca pero sorprende con un herbal muy de ruda (que es uno de los rasgos más distintivos del modo en que La Anita trata la cepa) pero que uno hubiese esperado más sutil. Hay muy buen cítrico, notas tropicales y una acidez que equilibra. Y tienta.
Por otra parte también estuvo presente la nueva añada de Finca Sauvignon Blanc, algo que fue muy interesante a fuer de didáctico para comparar ambas versiones. El Finca sigue apostando a una mayor untuosidad, con buen peso en boca y una muy europea nota de ruda, casi en oposición con las versiones a la chilena de esta cepa.
Para cerrar la noche también hubo espacio para volver sobre el excelente Pinot Noir y, muy especialmente, el Gran Corte en su última edición.