Desde sus inicios y como su nombre lo indica, Innovación era la línea de Santa Julia encargada de experimentar, siempre a la búsqueda de nuevos límites. Así que la creación de una sinergia con Textual, una suerte de espacio especular en el marco de Zuccardi, parece el paso más lógico en el derrotero que nos lleva a la presentación de Textual Innovación Extrema.
Siempre inquietos, a la gente de la bodega no se le van a parar los pies por la pandemia y siguen yendo hacia adelante haciendo uso de los recursos a la mano para dar a conocer el fruto de sus esfuerzos. Para el caso se armó una juntada virtual entre periodistas y Sebastián Fernández, enólogo del proyecto con el apoyo de su embajadora de marca Nancy Johnson.
«La nueva línea marca una clara evolución del proyecto -arranca su enólogo– estamos hablando, por un lado de un cambio de locación desde nuestra finca en Santa Rosa, cuna de Innovación, hacia La Ribera en Valle de Uco. Y por otro acotar la oferta, en una primera instancia, a sólo tres etiquetas. Está bueno recordar que Innovación se caracterizó siempre por un portfolio variado que oscilaba de año a año. Ibamos incluyendo las cepas que se fueran dando mejor y eso dió por resultado que el abanico de opciones rotara y fuera más amplio. El punto es que el cambio de zona busca refrendar una apuesta a la consistencia. La idea es meterle todas las fichas a tres etiquetas que no estarán supeditadas a las particularidades de una añada. Hemos profundizado lo suficiente para que nuestro próximo paso sea establecernos con una propuesta que podrá ser trazable en el tiempo. De ahí la elección de estos tres varietales.»
«Además de un nuevo lugar de producción– se suma Nancy Johnson– estamos reformulando la estética de esta nueva serie, que no sigue los lineamientos previos de ninguna de sus partes y que sí podríamos decir que se entronca en una propuesta general que se liga con, por ejemplo, nuestro Tintillo.»En este caso se trata de botellas borgoñas bajitas con una tipografía retro que algunos podrían asociar con lo boticario. Además son coloridas en contraste y poseen relieve. Sin duda se desmarcan y habrán de destacar en donde se las ofrezca.
En cuanto a los vinos en sí se trata de un Albariño, un Caladoc y un Carmenere. Hay que entender que la Finca La Ribera posee más de un tipo de suelos donde descuellan los de perfil medio y los extremos con mucha piedra pero sin sedimentos calcáreos y estos tres vinos se reparten entre ambos.
Dicho lo cual todos estos asuntos de morfología del terreno plantean novedad y destacan un Albariño que medra en la pura piedra de otros ejemplos de la cepa, tanto a nivel local como en su terroir de origen. «Claramente el Albariño es un vino que hay que seguir de cerca para que, dependiendo de su momento de cosecha no tienda a perfiles de Viognier para el antes o Chardonnay para el después-sostiene Fernández.» Y vaya que si han hecho su apuesta por la frescura. No hay notas verdes pero sí un estilo de acidez muy filosa que podría asustar al aficionado desprevenido. Algo de ananá (pero cuando uno se acerca peligrosamente a la cáscara) y notas de pera. Cero tropicalismo, con toque de flores como el azahar y una sucrosidad que equilibra.
A renglón seguido fue el momento de pasar a los tintos, abriendo el juego con el Caladoc. Tanto éste como quien lo secundaría provienen de suelos medios donde ya no se corre con tantos apremios para cortar la maduración. Los Zuccardi tienen luenga historia con la cepa, al punto que fue el mismo Pepe quien la trajo al país hace 20 años. El Caladoc es una mezcla de Malbec y Garnacha y fue, históricamente muy apreciada para los cortes. En este caso tenemos un tinto violáceo oscuro, jugoso y con cero paso por madera. Hay nariz con fruto rojo pero también con rosas. En una segunda instancia aparece la guinda.
Finalmente tocó el turno del Carmenere. Como los chilenos se le atreven al Malbec (con resultados difíciles de catalogar) aquí no se pretende meterse con su cepa insignia. De hecho este es un ejemplo muy diferente de las rispideces y taninos mordaces que se dan allende el Ande. Tenemos un tinto más redondito, con paso por madera parcial y tanino presente que lo hace el más astringente de los dos. Cárnico, se sienten notas de pimienta negra y entra en franca evolución conforme pasa rato en la copa. Igual que sus compañeros de escudería es muy bebible y gastrónomico.
Por supuesto estos Textual Innovación Extrema también están inmersos en la prédica de sustentabilidad y prácticas responsables que caracterizó desde siempre a Santa Julia y pretenden sostener su propuesta sobre tres pilares. «Pasamos de una finca a otra para sentar aquí las bases de un proyecto consistente en el tiempo– asegura Fernández– ésta sería nuestra primera pata. La segunda es recuperar ciertas prácticas históricas y no tan en boga ahora como la maceración carbónica. Y la última y no por ello menos importante: continuar en la búsqueda de nuevas regiones.»