En el peor momento de la pandemia ir de compras era el único espacio para (muy entre comillas) salir de paseo. Qué bien hubiera venido que estuviese abierto el Mercat Villa Crespo. No es que la loca idea de Marcelo Pirogovsky y sus socios no haya tenido su cuota de periplo, el cual va a culminar en inauguración en unos pocos días. Mientras que los vientos que soplan cargados de Covid arrumbaron las velas de un sinnúmero de proyectos gastronómicos, es totalmente esperanzador que las huestes de Mercat estén a nada de iniciar su existencia.
Pensando en la gastronomía como parte fundamental de cualquier cultura y en el mercado como punto de confluencia entre sus diferentes protagonistas, este nuevo vecino de la populosa Villa Crespo piensa sumar a los representantes más variopintos del arte de la alimentación.
«Esta idea surge, por supuesto, de viajar, de vivir este tipo de experiencia en otros lugares y caer en la cuenta de que no existía nada parecido en nuestras pampas– arranca Pirogovsky, inaugurando de hecho un auditorio para presentaciones múltiples que, incluyendo el aforo, posee capacidad para 100 personas– Creemos que la gastronomía va más allá de la mera subsistencia y que por tanto los vecinos pueden vivir una experiencia que no sólo les permita acceder a productos de calidad a precios razonables sino que también les ofrezca expresiones gastronómicas accesibles y estimulantes. La idea, aprovechando de que partimos de cero, es tratar de armar un esquema comercial distinto, más humano y sustentable. Un mínimo ejemplo de ello es que estemos en la búsqueda de cubrir muchos de nuestros puestos de trabajo con personas en la franja de los cincuenta años , un rango etáreo que cuando no se lo ve como sobrecalificado directamente no existe. O tratar de limitar la intermediación entre productores y consumidores.»
Esto queda en claro con la distribución de espacios para 27 emprendedores, varios de los cuales jamás tuvieron su propio local los que, mediante una curaduría, conviven armoniosamente sin pisarse con lo que ofrecen. En la preview para la prensa tuvimos la oportunidad de recrear la experiencia recorriendo a nuestras anchas y sin concierto previo los 2700 m2 divididos en tres plantas de esta ex fábrica de carteras. Esa impronta fabril se hace presente en la estética industrial que el arquitecto Diego Santo supo imprimirle al proyecto pero que sin embargo no reniega de toques cálidos y juguetones con los murales que surgen de cualquier esquina.
La idea es entrar y dejarse llevar. Se puede ir a buscar panes de masa madre del Atelier Fuerza o la novedosa propuesta de boulangerie judía de Moisha Bakery. Hay verduras de Tierra Orgánica con la ventaja de poder comprarlas por kilo en vez de estar atados al volumen del típico bolsón. También está la carne de Pastizales Nativos, un grupo que propugna un modo responsable de usufructuar la ganadería. Dentro de una propuesta pensada para la diversidad el Mercat Villa Crespo igualmente ofrece los productos de Let it V, un emprendimiento de comida fusión totalmente vegetariana y, además, libre de gluten.
Por supuesto que no se reniega de clásicos como Vico, el reconocido bar de vinos por copa, o la oferta de comida mexicana de El Diablito. Hay empanadas tucumanas posta (al punto de ser enviadas directamente desde su origen) junto a los baos y dumplings de Koi. Entre las propuestas dulces se destaca la gente de Dulce de Leche and Co con dulces y alfajores de pequeños productores de todo el país o las maravillas que crean las chicas de Las Romeas quienes, fieles a la prédica del cacao como super alimento, hacen profesión de fe con opciones tanto dulces como saladas.