Claramente todos querríamos siempre más de algo rico. Ni qué decir de poner todas juntas una serie de cosas que nos gustan. Y si bien es cierto que, al final del día, el único modo incuestionablemente seguro de disfrutar es aquel que elija nuestra subjetividad eso no quita que se puedan construir experiencias que vayan más allá de la mera sumatoria. Estas reflexiones parecen propicias pensando en la presentación que armó la gente de Dellepiane Spirits para dos versiones del celebrado Ron Diplomático.
Para el caso se dieron cita virtual Irene Díaz, embajadora de la marca para Latinoamérica y Héctor Vega, ambassador de la División Spirits de Dellepiane. La misión era presentar ante la prensa dos de los hijos dilectos de la marca: el Mantuano y su Reserva Exclusiva. Y para ofrecer una verdadera experiencia sensorial se les sumó un habano junto a las creaciones especialmente elegidas de Purocacao.
«El Ron Diplomático es un producto de Denominación Protegida como Ron de Venezuela– comenta Díaz– pertenece a una destiladora que está reconocida entre las mejores del mundo, emplazada en medio de un Parque Nacional y que incluso se nutre de un tipo especial de caña que justamente responde al nombre de «la diplomática«. Todo esto habla a las claras de que éste es un ron especialísimo que se apoya en una tradición familiar que arranca en 1959. Se trata de productos sofisticados y potentes (rondan entre los 40/50 grados de alcohol) que cuentan con una maduración en barrica no menor a los dos años.»
«En este caso– toma la posta Héctor Vega– vamos a probar dos versiones. El Mantuano, que suma rones de hasta 8 años y el Reserva Exclusiva que extiende la paleta hasta aportes de 12 años. Para acompañarlos elegimos un Montecristo Nº4, un habano clásico al punto de haber sido por décadas el habano más vendido del mundo. Y además las creaciones que Rodrigo Bauni, de Purocacao, elegió para la ocasión.»
Arrancamos con el Ron Mantuano. Es un ron potente y bastante sofisticado que, pese a ser considerado un Mix Ron tiene la suficiente prestancia para ser bebido solo. Se nota el volumen alcohólico y un espectro consecuente con su paso por barricas de roble blanco americano que han guardado previamente bourbon y scotch. Están las notas avainilladas del tostado junto a frutos secos, toques de miel y almendras. La mareva estaba arrancando con sus notas más suaves y seguía muy bien los vapores del ron. En el rubro chocolate, casi como haciendo base, Purocacao propuso un rocher con leche, blend de Ecuador y Perú con crujiente de quinoa, naranja y girasol. El no ser tan amargo acompañaba perfectamente las primeras etapas de la cata.
Luego fue el turno del Reserva Exclusiva. Con él se daba un contrapunto muy curioso. Por momentos exhibía notas más amables pero un persistente picor de fondo. En realidad se entiende puesto que está conformado por una mezcla de rones de columna y de alambique. Sedoso pero potente y complejo. Aquí ya el habano estaba en su velocidad crucero y comenzaba a mostrar también el picor típico de Montecristo. Por la parte del chocolate pasamos a una mini tableta al 70% de cacao Peruano (hay que recordar que todos los productos con los que trabajan en Purocacao son agroecológicos y enmarcados en en las prácticas del Fair Trade). Allí descollaban sorpresivos toques de Sal del Himalaya.
Finalmente se propuso armar un típico Negroni cambiando el ingrediente Gin por el Ron Mantuano. Ya habíamos comentado que éste es un verdadero Ron Mix de lujo así que su participación en la entrañable receta iba a hacer que nadie extrañara el decimonónico componente. Siendo Luxardo parte de la escudería aquí también se subió la vara con el Bitter. Las notas más amables del ron volvían más «dulce» el cocktail (aunque no menos contundente). Por su parte el Nº4 también se sumaba al crescendo con toda la intensidad de un último tercio bien pisado. Por no ser menos pasamos a un bombón flamígero: una gelificación de mandarinas rematadas en ají Rocoto donde el continente de chocolate blanco apenas dejaba un toquecito graso. Las piedras de hielo, más que bienvenidas, luchaban sin mucha convicción contra el bonito incendio que se nos había desatado en la boca.